lunes, agosto 21, 2006

CATERINA VA A ROMA (Paolo Virzi): 5,5



Muchas veces, la rabia es buena para la vida. Casi nunca lo es para el cine.

La rabia nos nutre de emociones y de reacciones, nos suma empuje y vigor, nos resta coherencia y sutileza. Y ése es el resumen de Caterina va in cittá. Una obra vigorosa, potente dramáticamente, pero que la rabia de su discurso aniquila la equidistancia, sortea el autocontrol, obvia la sutileza en beneficio de la claridad. Y tanta claridad se muestra enemiga de la emoción, que no de la reacción.

La intención de Virzi es tan potente como original: hablar de la vida política de su país a partir de la vida de una familia corriente. Aprovechando un juego de metáforas más o menos simples pero efectivas, Virzi se mueve siempre entre el neorrealismo pretendidamente cómico y el simbolismo conceptual bastante esquemático. El problema es que, en su desarrollo, gana fuerza la vida y pierde la política. Y lo que más le importa al espectador es el verismo de las originales luchas entre amigas adolescentes. Es por eso que, cuando Virzi se dedica al tema, el espectador se queda estático en la butaca y hasta asoman ciertos movimientos en sus mandíbulas. Pero en cuanto saca la voluntad del discurso político, el culo comienza a moverse de la silla y los personajes se vuelven tan maniqueos como necesita el narrador político.

Vamos, que al sumar argumentos, Virzi resta potencia dramática, ralentiza el desarrolllo y encima, alarga el final. Errores de forma que lo son de fondo. Reacciones contrarias a las buscadas sólo por la culpa de la rabia, sólo por la culpa de la falta de autocontrol.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Película que, aunque no sé si lo busca, resulta deprimente. Se hace un poco larga y de comedia no tiene nada. Por lo menos sorprende el tema que trata.

Alberto Córdoba dijo...

La ola de Mundaka, ¿hay alguna peli que no hayas visto?

Alberto Córdoba dijo...

Estoy de acuerdo en que es demasiado deprimente. Tanto que te ríes menos que en un chiste de Paz Padilla