lunes, enero 29, 2007

Los Goya 2007



Un año más se han celebrado los Goya. Y parece que este año sí puede considerarse que se han celebrado. Corbacho estuvo imponente, la idea de la media hora de diferencia dio una agilidad no antes vista, hubo competitividad por el desenlace y por una vez, la política se dejó para otros foros. Vamos, que desde la Sardá no se veía algo tan divertido. Quizá le faltó la emoción de los detalles del corazón, pero al menos, sí hubo cierta dignidad no exenta de glamour.

Otra cosa son los premios. Como no había demasiada hez, no ha habido demasiadas injusticias. Es de reseñar el ojo de la Academia para darse cuenta que los mejores actores del año habían sido los desternillantes Antonio de la Torre y Carmen Maura. Pero si no ha habido injusticias, sí ha habido ausencias incomprensibles. Que Viggo no ganara no responde más que Diego estaba sublime. Que Díaz-Yanes no arrasara no responde más que a la fama y pánico a la incomprensión de Almodóvar. Que David Trueba no se impusiera a Benpar entra dentro de la lógica incultura documental de los asistentes. Pero que "Salvador" ganara el guión adaptado responde a manifiestos políticos que ni vienen al caso ni tienen que ver con una deleznable estructura que no respeta los puntos de vista ni la equidistancia temporal del desenlace.

El próximo año habrá nuevas injusticias y nuevas ausencias. Espero que también haya tantas buenas películas, tantos éxitos de taquilla. Será un año difícil porque sólo presentará largo dos de los grandes, Medem y De la Iglesia. Habrá que ver qué presentan los jóvenes, qué nos dan los renovadores.

lunes, enero 22, 2007

Las pelis de la cartelera


Cada semana, sabrás qué debes y qué no debes ver de la cartelera.
-ALATRISTE: 9. Obra intemporal, que aúna épica y desencanto.
-APOCALYPTO: 6,5. Apasionante como película de acción, discutible como documento histórico.
-AZUL OSCURO CASI NEGRO: 8. Entrañable y divertido drama humano.
-BABEL: 8,5. Compasiva y apasionante suma de tragedias.
-BRICK: 8. Cine negro adolescente, que mezcla Coen y Lynch.
-CABEZA DE PERRO: 8. Tan rara como emotiva historia de amor.
-LA CAJA KOVAK: 7,5. Thriller español que envuelve el vacío a la americana.
-CARTAS DESDE IWO JIMA: 6. La ligereza de Eastwood se torna solemnidad y aburrimiento.
-LA DALIA NEGRA: 7,5. Narración prodigiosa sin la magia de De Palma.
-DESAYUNO EN PLUTÓN: 7,5. Divertido e irreverente cuento para todas las plateas.
-DIARIO DE UN ESCÁNDALO: 7. Apasionante intriga a la que sólo le falta duelo.
-FICCIÓN: 8,5. Morosa, hiperrealista y emotivísima historia de amor.
-HOLLYWOODLAND: 7,5. Bajo el envoltorio del cine negro, profundo drama humano.
-HOLIDAY: 5,5. Alargada, cursi y exenta de gracia intromisión en personajes muy actuales.
-EL ILUSIONISTA: 6. Gran ambientación y prólogo para decepcionante epílogo.
-INFILTRADOS: 8,5. Descomunal fuerza para una intriga apasionante.
-EL JEFE DE TODO ESTO: 4,5. Comedia con pretensiones y sin gracia.
-EL LABERINTO DEL FAUNO: 7,5. Perfecto y apasionante equilibrio entre realidad y ficción.
-EL LIBRO NEGRO: 7,5. Apasionante, sensual y sorprendente intriga.
-MARÍA ANTONIETA: 7. Imágenes y música de ensueño para una historia algo alargada.
-MUJERES EN EL PARQUE: 6,5. Impreciso pero coherente muestra de emociones.
-LA NOCHE DE LOS GIRASOLES: 8. Thriller rural brutal, desasosegante.
-PEQUEÑA MISS SUNSHINE: 7,5. Divertida y pequeña, más entrañable que original.
-THE QUEEN: 7,5. Irónica y emotiva representación de la realidad monacal, no monárquica.
-LA SILLA DE FERNANDO: 8. Desternillante conversación convertida en oda a la vida.
-TRISTRAM SHANDY: 7,5. Desternillante adaptación, tan fiel que se queda sin historia,
-LA VIDA DE LOS OTROS: 8. Fiel intriga que nos introduce en la fealdad del socialismo.
-EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA: 6,5. El cantautor Loach reivindica con fuerza Irlanda.
-VOLVER: 7,5. Sorprendente y desternillante vuelta a los orígenes de Almodóvar.
Si has visto alguna otra, que quieres recomendar o despreciar, éste es tu sitio.

LA CAJA KOVAK (Daniel Monzón): 7,5


Tras tres películas de géneros distintos, a Daniel Monzón comienza a vislumbrársele unas características propias.

Director potente y montador excelente, su cine es una carga de energía cinética que abruma al espectador, llevándole por una narración imparable. Ese ritmo y una temática siempre más cercana a la acción que a la reflexión, le generan un aire de comercialidad que muchos confunden con Hollywood.

Desde luego, no estamos en territorios de cine patrio. Como con Amenábar, pero aquí todavía más explícito, Monzón lleva la historia hacia sucesos que mejor acontecerían en Orange County. Y aquí comienza la exigencia del espectador. Siempre se ha dicho que al espectador español le cuesta aceptar una pistola. Bien, al espectador español todavía le cuesta más aceptar las tramas cinéticas de Monzón.

Porque sus tramas y sus imágenes no son sino el resultado de su cinefilia de palomitas. Y sigue viva en “La caja Kovac”. Si “El corazón del Guerrero” nos llevó hasta al universo de Paul Verhoeven y “El robo más grande jamás contado” nos acercó a Álex de la Iglesia, ahora pone sus miras en Brian de Palma. Porque es en él, y no en Hitchcock como se ha comentado, en quien pone el foco y llega a mimetizar su estilo de tal modo que sus secuencias adquieren la energía del italoamericano. Gracias a obsesiones psicoanalíticas y a vueltas de tuerca de un guión entre la mimesis de tres tipos de historias (conspiración, metalingüística y ladrón de cadáveres) y el hallazgo argumental, sus ampulosos movimientos de cámara consiguen una naturalidad que llega incluso a superar la del maestro del suspense de los 70. La dirección es su mayor activo. Gracias a ella, logra sacar el máximo partido de escenas correctamente escritas, llevando al espectador hasta un clímax notable, hasta un desenlace donde se vuelven a poner sobre la mesa todos sus referentes.

El problema llega al aparecer la palabra “fin”. Y no es el “fin” en sí mismo, simétrico, coherente y nada complaciente. Es la sensación de pompa de jabón, de algo que se ha inflado y explota solo. Es la sensación de que no resiste ningún análisis profundo, de que como De Palma, nos ha llevado por territorios apasionantes para contarnos una historia que no cuenta gran cosa. Queda la pasión y queda la acción, sólo hay que obviar la reflexión.

lunes, enero 08, 2007

BABEL (Alejandro González Iñárritu): 8,5

Aunque nominalmente sea la tercera, Babel es la primera película de González Iñárritu. Las otras dos anteriores, tan aparentemente aparecidas, han de ponerse en el debe de su guionista, Guillermo Arriaga.

Y es que el cine de González Iñárritu tiene hasta ahora patrones comunes. Amores perros, 21 gramos y Babel comparten estructuras fragmentadas, escasa linealidad, tragedias brutales y personajes en lucha. Pero si en las primeras se anteponía la crudeza, ahora se impone la compasión. Si en las primeras se apostaba por la visión caleidoscópica, ahora se impone la única. Si en las primeras se priorizaba el conflicto, ahora se opta por la narración. Si las primeras las contaba un escritor, ahora las cuenta un director.

Recomiendo a cualquiera pasar por las novelas de Guillermo Arriaga. Construye obras maestras como quien monta muebles de Ikea. Su fuerza se mantiene intacta en el paso al celuloide. Sexo sucio, violencia animal, personajes atormentados que hacen aposta malas acciones para un buen fin... El bien necesita al mal, para Arriaga. Saturado de dolor y de maldad, González Iñárritu decide en su primera experiencia ante el ordenador mezclar alguna de las constantes de su colaborador con una nueva visión del mundo. Una en la que siguen habiendo tragedias, pero no producto del ser humano, sino más bien de Dios (o como se quiera llamar al azar). Todos los personajes de Babel son esencialmente buenos. Y eso les salva cuando se equivocan. Eso permite contemplar sus brutales melodramas con una mirada en la que caben las lágrimas, en la que cabe la empatía.

Ya no cabe la hijadeputez de Fernando Echeverría o de Sean Penn, ahora brilla la bondad redentora de un Brad Pitt en estado de gracia. Como director, no ha hecho más que mantener su impresionante fuerza en las secuencias, su descomunal aprovechamiento de los conflictos interiores, su uso de la cotidianeidad como fuente de violencia, su maestría en la sala de montaje. Como contador de historias, ha apartado de su mirada la muerte de su hijo, ha ganado sin quererlo en comercialidad.

Quizá ya nunca más cuente nada tan magistral como el segundo mediometraje de Amores perros. Quizá nunca más apueste por la destrucción como origen. Quizá siga consiguiendo obras notables como quien compra muebles de Ikea. Quizá ahora crea en el ser humano. Quizá cuente sus propias historias.