domingo, febrero 26, 2006

CAPOTE (Bennett Miller): 7,5

No es muy habitual ver un biopic sincero. El mundo del cine está lleno de biografías que no son sino hagiografías. No importa quién sea el retratado, en el afán por empatizar con el espectador, Hollywood o cualquiera de las cinematografías locales optan siempre por retratos complacientes. Así, criminales, tarados, drogadictos, auténticos hijos de puta acaban apareciendo en pantalla como bendecidos hijos del amor. "Capote", no. "Capote" no pertenece a esta estirpe.
Desde el mismo momento de su concepción, su guionista Dan Futterman comenzó a acertar. No buscó reflejar toda la vida del sublime escritor, sino simplemente un periodo, un conflicto: el que vive mientras escribe cómo quiere que alguien no viva. Lejos de apuntalar la barbaridad de talento que asoma en cada una de las gloriosas páginas que componen ese salto cuántico hacia la verdad que supone "A sangre fría", Miller se dedica a contarte el dolor de una persona que descubre en las ciénagas que tiene un hermano vivo, que lo convierte en su Abel hasta que él torna Caín y se empeña en matarlo. Puede que ese conflicto pudiera haber vivido formas más visuales de contarlo, pero el director prefiere ser fiel a la novela de la que parte y a la novela que retrata, y no ficciona los hechos, sólo los representa. Es por eso que se apoya quizá más de lo debido en diálogos y en personajes que poco aportan a la trama principal.
Esta ausencia de personajes notables y de vigor visual lleva a la inevitable conclusión de que todo dependía del actor protagonista. Y Philippe Seymour Hoffman da la lección que se esperaba. Sobre sus fornidos hombros lleva todo el peso del metraje. Sorteando con pudor el riesgo de la sobreactuación, compone un personaje siempre a punto de convertirse en marioneta, dejando de ser Caín para ser el maravilloso, narcisista y contradictorio personaje que fue. El ser más mentiroso que pobló la tierra creó una de las obras de no ficción más veraces y auténticas que se recuerdan.

sábado, febrero 25, 2006

CRASH (Paul Haggis): 5,5

"Crash" es la típica película hecha para impresionar a un público al que minusvalora. Es la típica película que pretende hacer creer a ese público incauto que está ante una obra realista y profunda. Y sus mayores defectos son precisamente su falta de realismo y de profundidad.
Al contrario que en su adaptación de "Million Dollar Baby", Paul Haggis recurre en "Crash" a una estructura muy aparente y a unos diálogos que, en su afán didáctico, excluyen cualquier cosa que suponga naturalidad. De este modo, todas las virtudes de la obra de Eastwood quedan en el tintero, y son reemplazadas por el exceso. Donde allí había contención, aquí hay sobreactuación; donde allí había clasicismo, aquí hay modernidad; donde allí había lógica narrativa, aquí hay desmesura; donde allí se entrelazaban el pesimismo y la fe, aquí aparece el optimismo impostado; donde allí había emoción, aquí hay incredibilidad. En definitiva, queda claro que detrás de la dramaturgia de su anterior obra, estaba un director metido a narrador, y que detrás de su intento frustrado de obra maestra, hay un soñador metido a guionista.
Y a eso se reducen sus virtudes y sus defectos. Su ambición de maestría es su trampa mortal. Porque cae en ella al enfatizar cada conflicto, al subrayar cada gesto. Y en ese soslayado, cava su pozo, termina hundiéndose. Lo ha hecho, no a costa del interés -que lo logra mantener-, pero sí de la credibilidad.

lunes, febrero 20, 2006

Los Óscar

Los Óscar ya están aquí. Entregados los Córdobas de oro, este domingo llega la otra gran fiesta del cine: los premios de la Academia de Hollywood. Como son muchas las nominadas y pocas las elegidas, me gustaría contar con vuestra opinión acerca de las candidatas que ya se han estrenado por estos lares. Os las recuerdo:
-Brokeback Mountain
-Buenas noches y buena suerte
-Crash
-El jardinero fiel
-Match Point
-Munich
-Los tres entierros de Melquíades Estrada
En Hollywood siguen este blog con enorme expectación, así que tenéis la oportunidad de decidir el futuro de estas películas. No la desaprovechéis.

sábado, febrero 18, 2006

CACHÉ (Michael Haneke): 7,5

Aunque haga cine de género, Haneke es el director que menos me atrevería a recomendar en mi afán quijotesco de proselitismo cinematográfico. Siendo el austriaco alguien que practica la intriga y utiliza estrellas, es curioso lo difícil que es acercarle sus productos al público de palomitas y educación pre y prointelectual.
Y pese al pesimismo de sus historias y a la elección de sus no muy empáticos personajes, creo que el problema no está en sus guiones. Está en su implacable y desasosegante realización. Es tan magistral la fuerza de las escenas a base de plano fijo hipersostenido y reencarnación humana de los actores, que comienza a generar incomodidad en el espectador acostumbrado a ver cómoda impostura. Y esta incomodidad se vuelve desasosiego cuando, en pleno deseo y autorrealización autoral, Haneke opta por tenerte en silencio un minuto de vida real a la espera de que alguien entre en plano. Ese minuto es igual de largo que un minuto de paisajes musicados en una cinta hollywoodiense, pero sin embargo se hace mucho más largo, mucho más desasosegante, porque acabas de perder referencias, sabes que a partir de ahí, ya no hay guía, en la pantalla puede suceder lo que sea. Y es entonces cuando el espectador no acostumbrado vuelve a desear ver cine falso, mentiras bien contadas.
Eso sí, para el espectador que sí ha entrado, ya no hay en la pantalla sino acojone, intriga de la buena, terror físico y mental, culpa ajena que ya es propia.

MUNICH (Steven Spielberg): 5

Una vez más, Spielberg vuelve a meterse en nuestros subconscientes mediante una plataforma publicitaria que le permite crear necesidad de consumo al mismo tiempo que lograr un cierto prestigio crítico traducido en nominaciones a los Óscar. Lo malo es que sólo consigue entrar en nuestros subconscientes de ese modo, porque en cuanto entras en la pantalla, el subconsciente comienza a verse alejado, y el supuesto Rey Midas sólo logra conectar con nuestras partes conscientes.
Ahí llega la enésima vez en que nos ha engañado, en que se ha quedado a años luz de las expectativas. Y lo que le pasa es siempre lo mismo. Spielberg tiene un problema muy simple que trata de saldar contratando a los mejores guionistas: no es un contador de historias. Y los mejores guionistas casi nunca consiguen escribirle las mejores historias si el judío les deja demasiado claro cómo tienen que ser las cosas y si el montaje -es decir, la reescritura- la lidera el negado Spielberg.
Durante la larguísima, pretenciosa e hiperreiterativa "Munich", no sólo me planteo esto, llego a plantearme si es de verdad un buen director. Los flashback que introduce nos muestra que sigue pensando que el público es estúpido. Tan estúpido que hay que darle los mensajes muy mascaditos para que no malinterprete, hay que ser tan obvio como se pueda. Los encuadres que elige buscan más el impacto que el seguimiento de la escena. La actuación de Eric Bana en los momentos dramáticos alcanza lo risible por sobreactuada. La naturalidad de las escenas queda fuera de la pantalla. Y claro, todo esto revierte en que no hay cine en la pantalla. Todo el cine se ha quedado fuera de la sala.
Así, cuando llega el desenlace, hace mucho rato que ha dejado de interesarnos aquéllo que nos cuenta, el mensaje consciente se ha traducido en cero emociones inconscientes. Spielberg ha generado euros e insatisfacciones.

viernes, febrero 10, 2006

BROKEBACK MOUNTAIN (Ang Lee): 8

Desconozco cuáles son las reglas por las que una película nacida para sestear por la taquilla se convierte en una segura ganadora de Óscar. Desconozco qué hay que hacer para, pariendo buen cine, llegar a gustar a ese público nada iconoclasta que forma la Academia. Lo que sí sé es que, gane o no, Brokeback Mountain es una película estupenda. Limpia, sólida y absorbente.
Supongo que el hecho que ha llevado a Brokeback Mountain a ser famosa, que no célebre, es el hecho de contar una historia homosexual en manos de dos personajes tan heterosexuales como dos cowboys. Así contada, la anécdota no deja de ser tan llamativa como cualquier comedieta americana resumida en un log-line. La diferencia, lo que lleva a Brokeback Mountain a ser célebre, que no famosa, es Ang Lee.
Y es que el taiwanés vuelve a dar una clase magistral de lo que es dirigir, de lo que es traducir en imágenes una historia con todos los peligros de convertirse en otra película más de amores prohibidos. Y lo hace mediante una ortografía tan sutil que parece más obra de guionista que de sabio director. Pero no nos equivoquemos. Bajo esa dramaturgia que logra sortear el peligro de una historia que sucede en veinte años, no se encuentra la mano de un ávido escritor, sino de un contador de historias que sabe tomar lo sustancial de cada momento y unirlo por un hilo invisible hasta que los años transcurridos entre una secuencia y otra no parezcan sino noches, hasta dotar al relato de una continuidad que no estaba en el original.
Es ése el gran mérito de una obra escrita para ser leída, concebida para ser culebrón. Es el mérito de un gran director que, mientras busca su nueva "Tormenta de hielo", encuentra obras notables sobre las que seguir dando rentabilidad a los estudios, permisos para seguir buscando. Es la obra de alguien que integra actores primarios, secundarios y terciarios en un registro común casi al modo de Haneke. Es la obra de alguien que seduce mediante la música, pero que no necesita encontrar la emoción en sus acordes, sino que la deja para el silencio de la naturaleza. Es la obra de alguien que monta como el mismísimo Dios, dándole ritmo a algo nacido para ser reiterativo. Es la obra de uno de los grandes, que sabe que para serlo, hay que dirigir haciéndose pequeño, haciéndose invisible.