Película a película, Ken Loach ha ido construyendo una cinematografía que podríamos llamar coherente, pero también podríamos denominar repetitiva.
Su cine está encallado. Sus historias son siempre las mismas. Su forma no cambia. Su fondo, tampoco.
Eso no es malo en sí. Tampoco es bueno. Simplemente es descriptivo. Decía Hitchcock que "casi todos los autores hacen siempre la misma película". A él le sirvió de autojustificación. Otros, sin embargo, es justo de lo que tratan de huir.
En la misma Inglaterra de Loach y Hitchcock, encontramos el ejemplo de Winterbottom. En cada película se reinventa. Y no por ello deja de ser coherente. La lucha por defender el defecto como fuente de virtudes está presente en todos sus filmes. Sin embargo, en cada una cambia la forma, cambia el género, consigue las mismas emociones.
Loach y Laverty, no. Loach y Laverty buscan un contexto, lo sitúan en el proletariado, transforman al personaje en un perdedor enfrentado a los poderosos, y el espectador y el protagonista descubren que sólo juntándose con otros proletarios van a lograr tener un sitio, van a lograr justicia. Entre medias, mete una historia de amor. Y a veces, incluso ésta aporta algo.
Ése es su cine. Y darle vueltas no lleva más que insatisfacciones. Sin embargo, si se le da menos vueltas, uno puede llegar a reírse y a emocionarse con la verdad que transmiten "Mi nombre es Joe", "Sweet Sixteen" o "Pan y rosas".
"Buscando a Eric" no alcanza a éstas, pero tampoco se queda en el ínfimo nivel de "La cuadrilla" o "Sólo un beso". Encuentra el recurso/producción de Cantona, hace reír varias veces y gusta ver a los hinchas unidos no sólo por el fútbol.
Lástima que otra vez la historia de amor no aporte nada. Lástima que cuente lo mismo de siempre. Lástima que lo cuente como siempre. Mejor, no darle más vueltas.
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