sábado, febrero 18, 2006

CACHÉ (Michael Haneke): 7,5

Aunque haga cine de género, Haneke es el director que menos me atrevería a recomendar en mi afán quijotesco de proselitismo cinematográfico. Siendo el austriaco alguien que practica la intriga y utiliza estrellas, es curioso lo difícil que es acercarle sus productos al público de palomitas y educación pre y prointelectual.
Y pese al pesimismo de sus historias y a la elección de sus no muy empáticos personajes, creo que el problema no está en sus guiones. Está en su implacable y desasosegante realización. Es tan magistral la fuerza de las escenas a base de plano fijo hipersostenido y reencarnación humana de los actores, que comienza a generar incomodidad en el espectador acostumbrado a ver cómoda impostura. Y esta incomodidad se vuelve desasosiego cuando, en pleno deseo y autorrealización autoral, Haneke opta por tenerte en silencio un minuto de vida real a la espera de que alguien entre en plano. Ese minuto es igual de largo que un minuto de paisajes musicados en una cinta hollywoodiense, pero sin embargo se hace mucho más largo, mucho más desasosegante, porque acabas de perder referencias, sabes que a partir de ahí, ya no hay guía, en la pantalla puede suceder lo que sea. Y es entonces cuando el espectador no acostumbrado vuelve a desear ver cine falso, mentiras bien contadas.
Eso sí, para el espectador que sí ha entrado, ya no hay en la pantalla sino acojone, intriga de la buena, terror físico y mental, culpa ajena que ya es propia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosa manera de criticar. Hay mezcla de infatilismo, conocimientos técnicos y valores vitales.
¿Sería posible que fuera un poco más pedagógica? Por ejemplo comentar qué efecto se consigue en el espectador utilizando un plano u otro.
También me gustaría leer algo sobre la visión general de los más letrados en el séptimo arte, lo que es/supone/motiva/hace sentir el ellos.
Un abrazo y mi enhorabuena por aprovechar la oportunidad que dan los blogs de ser responsablemente activo en lo social.
Agur y tal.

Alberto Córdoba dijo...

A ver, indocumentado, sé que soy un pedante, pero entiendo que se me acuse de no pedagógico.
Explico cómo el plano fijo sostenido durante mucho rato puede hacer que desaparezca el ojo de la pantalla porque es mucho más parecido a la realidad. Si además, se aguanta un tiempo sin que suceda nada en la pantalla, incluso sin que haya un solo personaje de la trama, comienza a generar extrañeza, creencia de que estamos ante algo demasiado distinto, sensación de demasiada verdad, desasosiego.