viernes, febrero 10, 2006

BROKEBACK MOUNTAIN (Ang Lee): 8

Desconozco cuáles son las reglas por las que una película nacida para sestear por la taquilla se convierte en una segura ganadora de Óscar. Desconozco qué hay que hacer para, pariendo buen cine, llegar a gustar a ese público nada iconoclasta que forma la Academia. Lo que sí sé es que, gane o no, Brokeback Mountain es una película estupenda. Limpia, sólida y absorbente.
Supongo que el hecho que ha llevado a Brokeback Mountain a ser famosa, que no célebre, es el hecho de contar una historia homosexual en manos de dos personajes tan heterosexuales como dos cowboys. Así contada, la anécdota no deja de ser tan llamativa como cualquier comedieta americana resumida en un log-line. La diferencia, lo que lleva a Brokeback Mountain a ser célebre, que no famosa, es Ang Lee.
Y es que el taiwanés vuelve a dar una clase magistral de lo que es dirigir, de lo que es traducir en imágenes una historia con todos los peligros de convertirse en otra película más de amores prohibidos. Y lo hace mediante una ortografía tan sutil que parece más obra de guionista que de sabio director. Pero no nos equivoquemos. Bajo esa dramaturgia que logra sortear el peligro de una historia que sucede en veinte años, no se encuentra la mano de un ávido escritor, sino de un contador de historias que sabe tomar lo sustancial de cada momento y unirlo por un hilo invisible hasta que los años transcurridos entre una secuencia y otra no parezcan sino noches, hasta dotar al relato de una continuidad que no estaba en el original.
Es ése el gran mérito de una obra escrita para ser leída, concebida para ser culebrón. Es el mérito de un gran director que, mientras busca su nueva "Tormenta de hielo", encuentra obras notables sobre las que seguir dando rentabilidad a los estudios, permisos para seguir buscando. Es la obra de alguien que integra actores primarios, secundarios y terciarios en un registro común casi al modo de Haneke. Es la obra de alguien que seduce mediante la música, pero que no necesita encontrar la emoción en sus acordes, sino que la deja para el silencio de la naturaleza. Es la obra de alguien que monta como el mismísimo Dios, dándole ritmo a algo nacido para ser reiterativo. Es la obra de uno de los grandes, que sabe que para serlo, hay que dirigir haciéndose pequeño, haciéndose invisible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brokeback Mountain es una de las películas más profundas, densas, desgarradas y entristecidas que he visto en lo que va de año. Hacía mucho tiempo que no contemplaba un retrato tan certero e implacable de las consecuencias de la soledad y el desarraigo social. A la gente se le ha llenado la boca hablando de esta película como una historia de amor más cuando yo creo que el filme de Ang Lee se aleja bastante de lo que entendemos hoy en día por cine romántico. Existe un gran amor entre los protagonistas, que duda cabe, pero la angustia de saberse inmersos en una relación asfixiada por el entorno social y los miedos interiores se refleja aún con más fuerza en la retina del espectador. Las escapadas a la montaña para poder huir de la profunda mediocridad en la que ambos personajes se ven inmersos no dejan de ser un consuelo efímero y momentáneo que inevitablemente desembocará en la frustración y la desdicha. El resto de sus vidas es (y será) amargo y patético, porque lo único que les puede insuflar algo de pasión, de sentido, les está vetado, por la sociedad y por ellos mismos. Al final sólo queda el recuerdo de lo que pudo ser y no fue, la tristeza (probablemente sin retorno) de un Ennis del Mar solitario y derrotado que rumia su desgracia en silencio por no haberse atrevido a amar sin miedo ni prejuicios. La película te deja hundido, pero merece la pena desde el principio hasta el final y su mensaje (o uno de tantos) debería ser enseñado en todas las escuelas de primaria: la intolerancia (tanto exterior como interior) y el desprecio al diferente puede destrozar vidas de manera irrevocable.

Alberto Córdoba dijo...

Grandes, muy grandes tus comentarios. Tan acertados como certeros. Tan bien narrados como profundos.
¿Por qué no te pones nombre en lugar de seguir refugiándote en ese anonimato cobarde?