No es fácil escribir acerca de una película que te impide asirte a ella. Una película que consigue sumergirte en su universo y cuando ya te sientes cómodo en él, te saca al romper todas tus expectativas. Que se empeña en llevarte a otro nuevo mundo, del cual te vuelve a sacar. Una película que hace del riesgo, esencia; y en la esencia, arte.
"Todo lo que tú quieras" empieza como un melodrama y lo es hasta el final. Pero no como un melodrama de Douglas Sirk o de Venezuela, sino como un anclado en la realidad, en que las escenas te perturban y el contenido metafórico te mueve. Y dicho melodrama avanza ajeno a cualquier norma hasta hacer que el espectador dude sobre lo que está viendo. De si se está moviendo en el territorio de la comedia o en el de la realidad. De si hay hetero u homosexualidad. De si hay lógica o simplemente amor.
Y dicha duda incomoda de tal modo que hace complicado seguir creyendo en lo que te cuenta. Ahí te exige un esfuerzo. El mismo esfuerzo que aplica la peli para salirse casi siempre de los tópicos. El mismo esfuerzo que aplica Mañas al construir y hacer realidad dos personajes apasionantes: transformista y niña. El mismo esfuerzo que logra Achero al encontrar una puesta en escena con el poderío de "El Bola" y la brillantez del cine grande.
En el camino, ha podido quedar el espectador. Yo no quedé, aunque estuve a punto. Yo llegué asido hasta el final. Y en el final, llegó al objetivo del melodrama. En el final me emocionó como un niño, me emocionó como a Leo y a Flaca, me llegó adentro aunque afuera no hubiera sino sirenas.
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