lunes, marzo 30, 2009

LA CLASE (Laurent Cantet): 8


Hay dos tipos de películas: películas que te hacen mejor la vida y películas que te hacen mejor persona. La clase es de las segundas. Aunque a ratos es también de las primeras.
Es de las primeras porque pocas películas te acercan a ver un mundo que conocemos pero que en el fondo desconocemos, que sabemos que existe pero no cómo funciona, que imaginamos su complejidad pero que no reconocemos a quien la afronta. Y es que La clase nos mete en un mundo nuevo, el de las escuelas llenas de inmigrantes. Y no es un mundo ajeno, es nuestro mundo.
Y nos permite ver esa vida a través de una rendija. Nos ofrece sus aristas y sus recompensas, sus luchas cotidianas y sus pequeños triunfos, sus fracasos y sus incomprensiones.
Y lo hace entre sus muros. Cantet es tan fiel a sí mismo que no sale nunca de ellos. No trata de buscar explicaciones psicológicas al comportamiento de sus personajes, simplemente los muestra tal y como son. Las explicaciones las debe dar al espectador. Él simplemente lanza preguntas, algunas de ellas tan fuertes como si la democracia es el mejor sistema, como si el Estado del Bienestar no ha podido llegar a su punto sin retorno.
La clase te ofrece eso y no te ofrece otra cosa. No todo el rato te entretiene, pero sí todo el rato te hace saber más, sentirte peor para sentirte mejor. La clase no es Recursos Humanos, no es su mejor película, pero sí es la clase de película que permite ver que detrás de sus imágenes hay un autor que, pese a su compromiso con el mundo, nunca hará trampas.






sábado, marzo 14, 2009

GRAN TORINO (Clint Eastwood): 7


Hoy ya nadie duda de que Eastwood es uno de los más grandes. Desde que nadie duda, desde Sin perdón, pero sobre todo desde la gloria de Oscars de Mystic River y Million Dollar Baby, a cualquier cosa que hace se le trata de poner el adjetivo de obra maestra. Y no todas lo son.

En todas guarda sus constantes. Personajes muy cuidados, narración permanente, emoción contenida y aprendizaje vital. Son cuatro constantes permanentes en el cine clásico, que en su voz y en su autoría permiten a veces alcanzar la maestría y otras, ser simplemente buenas películas, con un un importante punto de previsibilidad.

Es el caso de Gran Torino. Porque ahí están las virtudes y los defectos de Gran Torino. En la necesidad de respetar sus constantes, en la necesidad de tener un aprendizaje que libere al anciano y al chinito, en la necesidad de descubrirse, abrirse y crecer. Esa necesidad hace que esperes cada cambio de giro con la certeza del que ha rebobinado para volver a ver. Esa necesidad hace que a veces sus mensajes se vuelvan obvios, sus situaciones esquemáticas y sus actuaciones y emociones menos contenidas de lo que hubiera buscado.

Y esa necesidad es lo que hace que su desenlace sea demasiado didáctico, claro. La victoria de unos sobre los otros es tan elemental e innecesaria, que el último plano se revela forzado, cortable en montaje.

Por el camino ha pasado Eastwood, ha pasado un autor de cine clásico. Con sus virtudes y sus defectos. Se trata de un autor, pero no siempre un maestro.

viernes, marzo 13, 2009

Cine Forum: DOS EN LA CARRETERA (Stanley Donen)


Pocas veces uno tiene la oportunidad de ver dos pelis en una. No, dos pelis cualquiera, dos pelis opuestas, dos pelis que representan modelos antagónicos, referentes culturales radicalmente distintos. Dos en la carretera da esa oportunidad. Y nadie la debe perder. Nosotros ayer no la perdimos.

1967. El cine clásico estaba a punto de morir. El cine de autor estaba a punto de nacer. Ahí aparece Dos en la carretera, a caballo entre uno y otro, pero montado en los dos. Sí, porque Stanley Donen no se queda en las medias tintas, opta por los dos de manera radical.

Del cine clásico, toma el conflicto claro, el entretenimiento, el humor físico, el gusto por la estructura precisa, el protagonismo claro de una pareja, los actores carismáticos, la coreografía, el diálogo indirecto, la dirección artística, el glamour que proporciona posteridad.

Esto ya hubiera bastado para configurar una obra maestra, para hacer un Sabrina o un Vacaciones en Roma. Pero no bastaba para hacer una obra diferencial, majestuosa, mítica, única. Necesitaba otra cosa. Unirse a la Nouvelle Vague, a la profundidad y a la radicalidad en la apuesta, a la dureza de no tomarse las cosas nada a la ligera, a la perdurabilidad.

Y del cine de autor, tomó la fuerza, la bestialidad de su pesimismo, el silencio brutal que genera cada frase repetida como una puñalada, la apuesta por un solo tema al que explotar hasta hacer que él explote.

La suma de ambas dio la mejor película de matrimonios de la historia. Una película que en sí misma es una lección tan brillante que uno no la quiere aprender. Aunque una vez que la aprende, aprende a quererla, a valorarla.

Yo ayer la vi por tercera vez. Pronto habrá una cuarta.
OTRAS RECOMENDACIONES DEL AUTOR:
1. Cantando bajo la lluvia.
2. Charada