sábado, agosto 01, 2009

Guy Ritchie y las películas pompa de jabón


Anoche vi la última de Guy Ritchie. Anoche vi Rock'n Rolla.
Y no sabía si escribir sobre ella o sobre lo que me produce. No sabía si tratar de analizarla como película como fenómeno. He preferido centrarme en éste.
Cada vez tengo menos claro lo que me gusta y lo que no me gusta. Supongo que soy tan ecléctico que casi todo me gusta, supongo que tengo un listón tan fácil que casi todas lo pasan. El caso es que, dentro de este listón, hay películas que me entretienen, me hacen disfrutar, me hacen pasármelo pipa y hay películas que no consigo olvidar. El cine de Guy Ritchie a veces consigue ser de la primera categoría; jamás, de la segunda. 
Lograr lo primero tiene que ver con el talento narrativo, hacer interesante y adictiva la historia, tener algo que contar y hacerlo de forma atractiva, diferente. Tiene que ver con saber escribir y saber rodar y saber montar. Tiene que ver con saber generar experiencias.
Claro, que hay experiencias que se recuerdan y experiencias que se olvidan. El cine de Guy Ritchie, como el de Spielberg o como si se me apura el de Medem, pasa inmediatamente al último lugar de la memoria.
No tiene que ver con su innegable y apasionante lado lúdico, hay películas-juego que se recuerdan durante el resto de tu vida.  "Chinatown" o  "El silencio de un hombre" son las muestras más genuinas. Durante su narración, no hay filosofía, sólo hay historia. Historia y una tristeza que está permanentemente detrás de sus imágenes y que cuando acaba ésta, te deja desolado, cambiado. "La huella" es el mismo caso. Igual que los protagonistas, tú juegas hasta que cuando acaba, te das cuenta de que no era un juego, de que era la vida.
Por su aparente parecido con Guy Ritchie, Tarantino es el caso más radical. En la concepción ambos parecen iguales. Ambos parecen concebir el cine como un parque de atracciones, ambos buscan generar experiencias. Sólo que las de uno se olvidan y las del otro siguen siempre ahí. En el parque de atracciones de Ritchie hay loopings y  hay montaña rusa, en el de Tarantino hay eso pero también hay seres que se suben a ella. Los personajes de Ritchie pueden tener más o menos carisma, pero apenas tienen historia. Los de Tarantino han nacido para ser míticos, pero además tienen una historia triste detrás. Probablemente no hace falta contarla, no hace falta exagerarla, pero el espectador sutilmente percibe que la historia está ahí.
Por eso, cuando recorres los loopings de Tarantino, disfrutas con locura. Cuando recorres los de Ritchie, te lo pasas bastante bien. Pero cuando llegas al punto de salida que no es sino el punto de llegada, en la de Tarantino hay algo parecido a unas lágrimas que se asoman dentro de ti, en el de Ritchie no hay nada. Por eso, cuando paseas después por el parque con un algodón de azúcar o incluso varios años después, sigues recordando cada imagen de Quentin, no recuerdas nada de las de Guy. Por eso vemos varias veces las de Tarantino, por eso nadie revisa a Ritchie. Por eso Tarantino es uno de los 5 más grandes, por eso Ritchie sólo es el exmarido de Madonna.

1 comentario:

P dijo...

La vida es esto. Prestémosle atención a los
detalles. Al calorcito humeante del pis, a sacar la basura, a viajar apretados
en colectivo. Si no disfrutamos eso, ¿qué nos queda?