lunes, octubre 15, 2007

EL ÚLTIMO SHOW (Robert Altman): 9

Han pasado ya ocho meses desde la muerte del Maestro Altman, pero escribo ahora porque hasta ahora no había podido ver su última peli, su último show, su obra maestra final.

Siempre he considerado a Altman no sé si el mejor, pero sí el más genuino de su generación. Coppola o Scorsese pueden tener obras puntuales más definitivas (El Padrino, Taxi Driver), pero ni el conjunto de su obra guarda su coherencia ni sus ideas han resultado tan vitales para el avance del cine. Su coherencia no es sino el resultado de su libertad, de la capacidad para arriesgarse y pasar de productores y taquilla, para pasarse por el forro cualquier amenaza de control. Sus ideas son tan claves que no han necesitado de los años para hacerse indispensables.

La coralidad como marca de fábrica. La narración de historias entrelazadas que construyen un único conjunto. La improvisación como generación de vida y de hacer autores a los actores. La música como una parte más de la historia. La sátira como vía de corroer lo establecido. El amor/odio por la América profunda, como única forma de aproximación a los personajes.

Su cine es el compendio de todas sus innovaciones. Y el cine las ha recogido todas y las ha integrado. Él las recoge todas en A prairie home companion. Y como de costumbre, nos arranca toneladas de risas inteligentes. Como de costumbre, nos eleva hasta emocionarnos.

Termina sin elevar la voz, sin despedirse con alharacas. Termina haciendo de la vida una celebración de la tragedia. La vida, como una mierda a la que el humor, la música y las contradicciones vuelven simplemente maravillosa.

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