Algunas ya he tenido que citarlas antes. En un año de cine regular, puede haber grandes momentos. No son tantos los memorables. Pero existen, pero son:
Sin lugar, a dudas el mejor momento del año es en 4 meses, 3 semanas y 2 días. La crudeza, verdad, fuerza del conflicto entre Anamaria Marinca y Vlad Ivanov es tal que no se va al día siguiente de la cabeza. No se va una semana después. No se va al acabar el año. Sé que no se va a ir nunca. Los 20 minutos en tiempo real grabados por Christian Mungiu son tal prodigio de guión, dirección e interpretación que serán estudiados por estudiantes que todavía no han nacido. Desde aquí, un brindis en romanó por este dios muerto.
Los actores no son autores. Pero hay escenas en las que devienen en ello. Sólo los grandes lo consiguen. Javier Bardem hoy en día es el más grande. No conozco a nadie que vaya a una gasolinera igual que antes de ver No es país para viejos. Puede ser culpa de los Coen. Puede ser culpa de Cormac McCarthy. Es seguro de culpa de Bardem.
Mamma mia. El ganador se lo lleva todo. Pero el espectador también. Cuando en una peli de arte y ensayo, te encuentras con un prodigio, lo agradeces, lo celebras, lo vives. Cuando en una peli en la que no esperas nada, te encuentras con una escena como la vemos abajo, con una imperfecta Streep más perfecta que nunca, con una música simple que penetra en lo profundo de tu más corazón, con energía cinética en cada fotograma, sabes que el viaje ha merecido la pena, sabes que el sueño ha vuelto ser real, sabes que el eterno poder de evocación del cine se ha quedado en tu cerebro.
Mamma mia. El ganador se lo lleva todo. Pero el espectador también. Cuando en una peli de arte y ensayo, te encuentras con un prodigio, lo agradeces, lo celebras, lo vives. Cuando en una peli en la que no esperas nada, te encuentras con una escena como la vemos abajo, con una imperfecta Streep más perfecta que nunca, con una música simple que penetra en lo profundo de tu más corazón, con energía cinética en cada fotograma, sabes que el viaje ha merecido la pena, sabes que el sueño ha vuelto ser real, sabes que el eterno poder de evocación del cine se ha quedado en tu cerebro.
Antes que el diablo sepa que has muerto. La heroína es un peligro, es un mito y es una obsesión. Nadie que haya visto a Phillippe Seymour Hoffman metiéndose en el apartamento más peligroso, mítico y obsesivo del mundo puede olvidarlo. Yo, desde luego, no. La atmósfera, la androginia del camello, el gordo en el que se refleja. Todo lleva a que sentir lo mismo que con la heroína. Esa escena se vuelve un peligro, un mito, una obsesión.
http://www.youtube.com/watch?v=RRaYzHwxd8k
Peor, pero disponible en esta misma página es la que abajo veis.
1 comentario:
marvellous abba
Publicar un comentario