Aunque no sea la primera vez, siempre sorprende ver el nombre de Nanni Moretti exclusivamente como actor. Su descomunal ego parece requerir de la creación y la dirección, del control absoluto de lo que se hace y se dice. Me temo que en Caos Calmo no deja de ser así.
Firmante como coguionista y coproductor, su figura es el eje y el único foco del relato. Desde él se cuenta la historia y a él se le dejan todos los momentos de lucimiento. No cabe duda de que su mano está en el arreglo de la escritura y en el montaje. Donde claramente no está es en la confección original de la cinta.
Caos Calmo proviene de una novela. Y eso se nota. Durante todo su metraje, se nota que hay mucha más historia detrás de la que estamos viendo. Sabes que sólo se está contando un 10% de lo que hay, pero es cierto que ese 10% lo entiendes a la perfección. También se nota que el director no es sino un artesano. La ausencia de autoría de Grimaldi puede devenir un lastre o un anzuelo del que se tira de cualquier espectador convencional.
Me temo que para el cinéfilo emperdenido es lo primero. Afirmo que para el espectador medio es lo segundo. Porque el gran mérito de la novela o de Grimaldi o de Moretti es que logran conectar con las emociones de cualquiera. Su complacencia y empatía de ONGero acaban por hacer que todos queramos más al protagonista, a su hija y a todos los que se mueven por una trama que remite mucho más a Hollywood que a Moretti. Una trama que consigue hacer llorar al habitante de multicines y olvidar al rebelde de cineclubs.