jueves, marzo 22, 2007

EL JEFE DE TODO ESTO (Lars Von Trier): 4,5



Es difícil escribir una crítica de esta película sin insultar. Así que como es tan difícil y yo soy un mierda, me lanzaré a difamar.

Lars Von Trier es un gilipollas, un genio tan consciente de su genio que cada vez, se vuelve más gilipollas. Alguien que de tan encantando que está de conocerse, nada le hace más gracia que sí mismo y piensa que a los demás también nos tiene que hacer gracia él. Y francamente, no nos hace ni puta gracia.

Hacía tiempo que no veía en el cine deserciones en masa. En la sesión nocturna donde se proyectó, hubo más gente que se marchó que la que se quedó. Y entre los que se quedaron, más de la mitad lo hicieron dormidos. Como uno de los pocos que se quedó, me siento todavía más capaz de vejar al genio danés.

Son ya muchas sus películas, y cuanto más pasa el tiempo, más sube su apuesta por la innovación y más baja su calidad. Si innovar supone generar valor mediante nuevas propuestas, él cada vez genera menos. Porque sus innovaciones cada vez poseen menor sentido. El Dogma tenía sentido. Daba amateurismo, sensación de realidad, hacía la historia más creíble de lo que era. Las rayas en el suelo eran una gilipollez que sólo la soportaban una historia decente y unos actores excelentes. El salto a la freecamara es ya definitivo. Este tipo ha perdido para siempre el sentido. ¿Por qué hacer infinitos cortes si la escena es lineal? ¿Por qué perder la mejor forma de ver la escena? ¿Por qué quitar credibilidad a lo acontecido?

Si en estilo naufraga Von Trier, lo que le lleva a hundirse de forma definitiva es el texto. Nunca fue un buen guionista. Tiende a lo tópico y a lo obvio. Pero como tenía un poder visual tan enorme, el texto pasaba a un segundo plano. Ahora que sólo se sustenta en argumento, diálogos y chistes, hace el ridículo en los dos últimos. Si los diálogos tienden a ser elementales, los gags son exagerados, carentes de gracia.

En definitiva, a esta película sólo lo salva un argumento, que en sinopsis daba para una obra maestra de la comedia, y que el petulante danés convierte en una más de sus soplapolleces. Probablemente, la peor de todas.

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