Hay películas que son una mierda por fallar un solo factor. Si casi siempre es el guión, hay alguna vez que pueden ser los decorados, y también alguna que puede ser el actor. Todos recordaremos siempre Carne trémula como la película que hubiera podido ser sin Liberto Rabal.
Hay muy pocas películas que son lo que son sólo por un factor, sólo por un actor. Hace mucho que la quiero es la única que conozco.
El guión plantea un conflicto imponente, pero podría haber dado lugar a un telefilme. La fotografía es floja tirando a muy floja. El montaje es sólo correcto. Nada brilla en la peli salvo el color gris del argumento y de sus componentes técnicos. Sólo brilla una cosa. Pero reluce más que el 95% del cine moderno. Y esa cosa es Kristin Scott Thomas.
Su actuación es lo más impresionante que he visto en una pantalla en los últimos quince años. Sólo soy capaz de recordar a Victoria Abril en Felpudo maldito para acercarme un mínimo a lo que me ha hecho vivir esta mujer. Su actuación está tan cargada de fuerza, de contención, de matices, de dobles y triples expresiones en una sola mirada que no dejas de creer ni un instante que alguien pueda ser capaz de ir tan lejos.
Todas las escuelas de interpretación deberían ofrecerla. Porque ella y sólo ella es la que es capaz de convertir un producto estimable en casi una obra maestra. Ella y sólo ella es capaz de convertir un drama en lágrimas, una dura vida en una verdad apabullante.
De esta peli quedarán mil planos. En todos estará ella. Esta peli hará que pase a la historia. Hará que se diga que en El paciente inglés actúa la chica de Hace mucho que te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario