viernes, marzo 13, 2009

Cine Forum: DOS EN LA CARRETERA (Stanley Donen)


Pocas veces uno tiene la oportunidad de ver dos pelis en una. No, dos pelis cualquiera, dos pelis opuestas, dos pelis que representan modelos antagónicos, referentes culturales radicalmente distintos. Dos en la carretera da esa oportunidad. Y nadie la debe perder. Nosotros ayer no la perdimos.

1967. El cine clásico estaba a punto de morir. El cine de autor estaba a punto de nacer. Ahí aparece Dos en la carretera, a caballo entre uno y otro, pero montado en los dos. Sí, porque Stanley Donen no se queda en las medias tintas, opta por los dos de manera radical.

Del cine clásico, toma el conflicto claro, el entretenimiento, el humor físico, el gusto por la estructura precisa, el protagonismo claro de una pareja, los actores carismáticos, la coreografía, el diálogo indirecto, la dirección artística, el glamour que proporciona posteridad.

Esto ya hubiera bastado para configurar una obra maestra, para hacer un Sabrina o un Vacaciones en Roma. Pero no bastaba para hacer una obra diferencial, majestuosa, mítica, única. Necesitaba otra cosa. Unirse a la Nouvelle Vague, a la profundidad y a la radicalidad en la apuesta, a la dureza de no tomarse las cosas nada a la ligera, a la perdurabilidad.

Y del cine de autor, tomó la fuerza, la bestialidad de su pesimismo, el silencio brutal que genera cada frase repetida como una puñalada, la apuesta por un solo tema al que explotar hasta hacer que él explote.

La suma de ambas dio la mejor película de matrimonios de la historia. Una película que en sí misma es una lección tan brillante que uno no la quiere aprender. Aunque una vez que la aprende, aprende a quererla, a valorarla.

Yo ayer la vi por tercera vez. Pronto habrá una cuarta.
OTRAS RECOMENDACIONES DEL AUTOR:
1. Cantando bajo la lluvia.
2. Charada

1 comentario:

Zalacaín dijo...

Con un poco de vergüenza y aprovechando un fin de semana inusitadamente solitario, por fin metí el disco de "Two for the road" en el dvd, después de varios meses con la copia de Luz encima de mi cómoda.

Yo creo que cualquiera es capaz de gozar con una sesión de cine en casa, con el ambiente preparado como a uno le gusta, cuidando los detalles que uno valora. Y es así cada vez que hacemos algo que consideramos importante. En este caso Audrey es la primera cara que aparece y le reafirma a uno en que lo ha empezado bien va a acabar mejor.

Con casi cuatro meses de retraso no puedo dejar de pensar en el emocionante debate que se debió formar en el cineforum. Mato va a lo fundamental, a lo que determina la trascendencia del filme, su hecho diferencial: el tránsito de un modo de hacer y grabar a otro. Por mi parte, dejando la imaginación elucubrar, diría que las dos maneras de hacer cine que conviven no pueden verse reflejadas en su antagonía y complementariedad simultánea mejor que con la más clamorosa mezcla jamás hecha por la naturaleza: el matrimonio humano.

No se exactamente si fue así, pero me gusta imaginar que Donen utilizó la historia del hombre y la mujer para enseñar cuán frágil era esa unión de patrones artísticos: como en el matrimonio, caso todo es incierto si es verdadero, igual puede ir mal que bien, o todo lo contrario al revés sin motivo aparente porque a alguno le duele la cabeza.
Y ese es el disfrute. En cuanto bajas la guardia de la tensión artística, el tedio matrimonial aparece. Basta no probar a mezclar esa concepción incipiente del cine con la receta basada en interpretaciones y miradas que gritan, para que dos personas pasen una comida fuera de su casa sin dirigirse la palabra, como en un ritual donde degenera el signo y, por supuesto, el significado.

Dejo de desvariar haciendo alusión a LA mujer. Por si acaso alguin no lo sabe, todo hombre debería enamorarse en alguna època de su vida de Audrey Hepburn. A mi simplemente, me fascina. Cada giro de su mirada, las infinitas sonrisas, el descaro soterrado y medido, la sensualidad tenue embotellada en frasco pequeño, la graciosa consciencia de la madurez, la sabiduría de una vida repetida una y otra vez... Todo es mágico en ella, y más en ua película en la que no deja de ser ella. La vivaz y atrevida joven es la potencialidad de la posterior, distinguida y aguda compañera de carretera. Lo mejor que me ha sucedido con esta película es que que ella ha salido, por si misma, de mi imaginario como la incipiente veinteañera de "Breakfast at Tiffany's" y se ha asentado en otro lugar distinto del cerebro, clavando sus ojos, machacándome a sonrisas, con la elegancia y gracia de la década dorada de una mujer: los 30.

Gracias Luz y un abrazo a la familia cineforum.