Carlos Reygadas es uno de los cineastas más originales del momento. La pasión que destila su manera de hacer cine le hace especial. La pasión que destila su manera de hacer cine hace que sus películas sean de una belleza tan extrema como fría.
Luz silenciosa es una depuración del talento que mostraba en Batalla en el cielo. Aquí no hay la obsesión que mostraba por sorprender, por irritar, por hacer sentir desagrado. Tampoco hay feísmo ni recreación. Lo que sí sigue habiendo son sus huellas de autoría.
Extrañamente en un cineasta mucho más atento a las imágenes que a la narración, su conflicto jamás se explica visualmente, siempre lo hace con diálogos. Las escenas no están puestas para hacer hacer avanzar la historia; su historia sólo avanza cuando le apetece. Sus personajes huyen del diálogo indirecto, hablan abiertamente de lo que sienten. Sus planos siempre tienen diez segundos más de lo que el espectador tolera.
Vamos, que tiene mil rasgos que no le hacen mejor, pero sí diferente. Pero lo que verdaderamente le hace único es la descomunal belleza de sus imágenes. Pocos directores logran encontrar planos tan increíblemente bonitos. Casi nunca sirven para explicar mejor a los personajes, pero sí para hacer un mundo mejor.
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