Supongo que sorprenderá la incoherencia de la nota de 7 si añado que ésta es una película perfecta. Es perfecta por el perfecto equilibrio entre ambición y oferta, entre lo que pretende y lo que da. Todo lo que busca, lo encuentra. Todo lo que quiere dar, lo ofrece.
El guión del autor de Closer es perfectamente antitético al de su obra teatral. Donde allí había recovecos y giros sorpresa, aquí no hay más que coherencia y lógica. Donde allí había diálogos rebuscados e inteligentes, aquí hay acciones que hacen avanzar la trama. Donde allí había escenas inolvidables, aquí hay una trama asentada y creciente.
Richard Eyre toma ese material y lo arma como un buen artesano. Se apropia de él y lo eleva hasta cotas de intriga razonable y espectáculo contenido. Hay tanto control y buen hacer en lo que Eyre propone, que quizá se echa de menos un poco más de espíritu kamikaze que transforme las escenas en duelos. Es por ello que las actrices y el niño destacan, pero quizá no se comen la película como a ratos pedía.
Queda una película intrigante y notable, tan pulcramente británica que le falta la arrogancia americana para convertirse en un clásico.
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