lunes, enero 22, 2007

LA CAJA KOVAK (Daniel Monzón): 7,5


Tras tres películas de géneros distintos, a Daniel Monzón comienza a vislumbrársele unas características propias.

Director potente y montador excelente, su cine es una carga de energía cinética que abruma al espectador, llevándole por una narración imparable. Ese ritmo y una temática siempre más cercana a la acción que a la reflexión, le generan un aire de comercialidad que muchos confunden con Hollywood.

Desde luego, no estamos en territorios de cine patrio. Como con Amenábar, pero aquí todavía más explícito, Monzón lleva la historia hacia sucesos que mejor acontecerían en Orange County. Y aquí comienza la exigencia del espectador. Siempre se ha dicho que al espectador español le cuesta aceptar una pistola. Bien, al espectador español todavía le cuesta más aceptar las tramas cinéticas de Monzón.

Porque sus tramas y sus imágenes no son sino el resultado de su cinefilia de palomitas. Y sigue viva en “La caja Kovac”. Si “El corazón del Guerrero” nos llevó hasta al universo de Paul Verhoeven y “El robo más grande jamás contado” nos acercó a Álex de la Iglesia, ahora pone sus miras en Brian de Palma. Porque es en él, y no en Hitchcock como se ha comentado, en quien pone el foco y llega a mimetizar su estilo de tal modo que sus secuencias adquieren la energía del italoamericano. Gracias a obsesiones psicoanalíticas y a vueltas de tuerca de un guión entre la mimesis de tres tipos de historias (conspiración, metalingüística y ladrón de cadáveres) y el hallazgo argumental, sus ampulosos movimientos de cámara consiguen una naturalidad que llega incluso a superar la del maestro del suspense de los 70. La dirección es su mayor activo. Gracias a ella, logra sacar el máximo partido de escenas correctamente escritas, llevando al espectador hasta un clímax notable, hasta un desenlace donde se vuelven a poner sobre la mesa todos sus referentes.

El problema llega al aparecer la palabra “fin”. Y no es el “fin” en sí mismo, simétrico, coherente y nada complaciente. Es la sensación de pompa de jabón, de algo que se ha inflado y explota solo. Es la sensación de que no resiste ningún análisis profundo, de que como De Palma, nos ha llevado por territorios apasionantes para contarnos una historia que no cuenta gran cosa. Queda la pasión y queda la acción, sólo hay que obviar la reflexión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece un tanto generoso tu 7,5. Es una tomadura de pelo de película. Tiene pretensiones de ser un super thriller y es un episodio malo de expediente X. No le pondría más de 6.