¿Se puede sostener el estado del bienestar actuando de una forma que esté bien?
¿Consumir un canuto es hacer que un niño se condene a vender drogas?
¿Matar puede ser la mejor forma de salvar vidas?
Tropa de élite nos hace todas estas preguntas. Tropa de élite logra que nos planteemos todas las anteriormente verdades inmutables progres. Tropa de élite consigue que nos replanteemos gran parte de nuestra corrección política.
Lo hace gracias a su trama. Una trama tan atada a la realidad que se llega a confundir con ésta. Lo hace gracias a su punto de vista. Un punto de vista con tantas conexiones con el Travis Bickle de Taxi Driver que llega a confundirnos casi tanto como a él. Lo hace gracias a un espídico montaje, que agarra tu confort y lo lanza por los aires. Lo hace gracias a un guión con estructura en seis, que te mueve y te remueve hasta volcar tus principios.
Pero lo mejor no está en la forma. Lo mejor ni siquiera está en el fondo. Lo mejor es que puedas crear que te has tragado una peli de género. Lo mejor es que la reflexión parece estar en la superficie cuando está en el fondo. Lo mejor es que, sujeto a su acción, deja que seamos nosotros quienes respondamos a sus preguntas. Lo mejor es que todavía hoy, lejos del impacto, nos seguimos haciendo nuevas preguntas. Lo mejor es que hoy no somos ni seremos los mismos que ayer.
Grandísima película, grandísima historia. La sensación que me dejó es que no estaba viendo una película, estaba viendo una realidad demasiado real, peligrosa, palpable. Lo peor es que esa realidad ni siquiera es alcanzable en el peor de mis sueños y sus pesadillas.
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