Todavía no deja de sorprenderme la acogida crítica de esta peli. Todavía no deja de sorprenderme la acogida de los espectadores. Los críticos le regalan 4 estrellas. En filmaffinity, los espectadores la valoran con un impresionante 8,4.
¿Qué no he visto yo? ¿Qué no he sentido yo? ¿Qué he podido yo dejar de apreciar?
Admiro muchas cosas de Juan José Campanella. Admiro su talante al tratar de comprender a todos. Admiro sus diálogos, siempre humanos y comprensivos. Admiro su humor y su bondad. Admiro su dirección de actores y su apuesta por Ricardo Darín. Admiro su capacidad para completar las escenas.
Admiro eso en sus comedias sentimentales. Sigo admirando eso en su paso por el thriller dramático. Pero casi sólo admiro eso. Admiro eso y un par de escenas sublimes. Un plano-secuencia complejísimo en el estadio de Rácing de Avellaneda que llega a sobrecoger. Una escena en plano fijo desenfocada entre Darín y el borracho, que llega a emocionar.
Pero no hay mucho más que eso. Hay un metraje hinchado para una trama demasiado simple. Hay una historia de amor que no viene al caso. Hay un trauma que parece demasiado obvio. Hay búsqueda de la emoción y encuentro de la nada. Hay personajes que desaparecen sin apenas haber aportado. Hay dos tiempos distintos que casi parecen uno.
Debo ser yo el tonto. Debo ser yo el insensible. Debo ser yo el que no he visto lo que había que ver. Pero ¿qué es lo que han visto todos?
Con 6+1 películas más un episodio magistral de "CSI", Tarantino ya tiene una trayectoria que permite elegir, decidir cuál es la favorita de cada uno.
Como sabéis, a mí todas me parecen obras maestras, pero si tuviera que elegir, hay diferencias casi imperceptibles que me llevarían a que éste fuera mi ranking:
1ª. Kill Bill 2. Es sin duda mi favorita. Por el prodigio de mezcla de géneros, por los diálogos desternillantes, por la coreografía y fuerza de las luchas, por las imágenes épicas, por Uma,por lo bien que se lo pasa QT al otro lado de la pantalla, por lo bien que nos lo hace pasar. Porque es el compendio de todas las habilidades de un Tarantino en absoluto estado de gracia.
2ª. Death Proof. La mejor puesta en escena de los últimos años. En la versión de 110 minutos, cada escena tiene tal fuerza, tal interpretación, tal tensión, tal equilibrio que consigue que cada cuadro sea totalmente magistral. Si todo el conjunto y todas sus partes brillan, la secuencia final de 25 minutos de persecución, se convierte en la mejor escena de acción jamás rodada. Brutal, desternillante, sublime.
3ª Jackie Brown. La obra que demuestra la madurez de QT, que enseña que tiene tal talento que puede hacer una película suya o una película clásica. Si el humor sobresale, si la estructura sorprende, si la intriga crece, es sin duda la peli en que los personajes y los conflictos son tan profundos que acaban por conmover. Siendo desternillante, es su obra clásica, su melodrama negro.
4ªReservoir Dogs. La obra seminal de alguien destinado a la historia. La rotura definitiva con una forma pasada de ver cine. La aparición estelar de una mirada: la del que lo ha visto todo y no puede ver una peli como si no hubiera visto nada. Diálogos surrealistas, conflictos bestiales, violencia ultrarrealista, personajes legendarios, tiroteos finales. Todas sus constantes estaban ya ahí. Todas sus constantes están aquí.
5ªInglorious Basterds. Si sólo queda quinta, no es porque no sea magistral, que lo es, sino porque las otras quizá son más redondas. Para ser circular sólo le faltan 20 minutos de metraje. Eso sí, en el camino quedan secuencias gloriosas, escenas de casi 30 minutos llamadas a pasar a la historia. Queda eso y queda el Coronel Landa, la mejor interpretación del cine moderno.
6ª Kill Bill. Sus excesos son la cumbre de su inventiva. Tiene las mejores imágenes de su carrera, un humor inigualable y algunos pasajes simplemente históricos. La pelea con la niña, el tramo manga y la escapada de La Novia del hospital son imposibles de olvidar.
7ª Pulp Fiction. Llevo sin verla diez años. Todavía no me he recuperado de las risas que me generó, de lo muchísimo que me abrumó, de lo extraordinariamente que llegó a cambiar el cine. Fue tan innovadora que necesito volver a verla para asumirla, para entenderla del todo.
8ª CSI. El mejor segmento de la televisión moderna. Cogiendo algunas ideas de un fragmento de Kill Bill 2, Tarantino fue capaz de respetar las convenciones de la serie, y hacer al mismo tiempo algo suyo, algo único, algo que te ata al sofá y no te suelta hasta varios días después.
Probablemente no estés de acuerdo con casi nada de mi ranking. Porque, ¿cuál es tu ranking?
Se le puede llamar progreso, pero también se le puede llamar cambio. Y el cambio nos da miedo y al mismo tiempo, nos atrae. El cambio nos subleva y al mismo tiempo, nos eleva. El cambio lo prevemos y sin embargo, siempre nos pilla desprevenidos. El cambio es inminente, el cambio siempre nos pilla tarde. El cambio nos arrolla.
Igual que uno nunca sabe cuándo se ha vuelto adulto, uno tampoco sabe cuál ha sido el momento en que el cambio le ha pillado tarde. Cuál ha sido el momento en que el cambio le ha arrollado, ha tirado abajo toda su estructura.
Del progreso, del cambio, de algo tan ambicioso como esto trata El cuarto mandamiento.
Una película profunda, compleja que se esfuerza en no ser difícil. Una película en que los personajes tienen cien aristas y mil complejos, donde el recién descubierto psicoanálisis se introduce en la trama con la sutileza de la pluma de Orson Welles. Una película en que las luces y las sombras penetran en los ambientes con unos ángulos y expresividad antes desconocidos. Una película acerca de la invención y del avance que aparece bajo la forma de la innovación permanente. Una película en que la vitalidad y el lento discurrir de lo pasado queda arrollada por el progreso.
Una película que creó progreso y sin embargo, fue arrollada por el miedo que da éste.
Tarantino es quien es gracias al cine. No sólo gracias a hacer cine, sino sobre todo gracias a ver cine. El cine le ha formado, le ha cambiado, le ha hecho forrarse. Le ha hecho ser quien es.
Él lo sabe, él sabe que para él el cine lo es todo. Es su vida, es la vida. Por eso su obra más pensada, más trabajada, comienza con una sábana que podría ser una pantalla. Y al levantarse ésta, aparece un coche cargado de nazis, se inicia la tensión. Así empieza Inglorious Basterds. El cine se mete en la trama a partir de ahí, siendo un movie theatre el escenario principal y una peli dentro de la peli el evento clave. Pero con eso no le basta. Tiene que acabar la peli con la frase, casi tan cinéfila como autoirónica: "Creo que ésta va a ser mi obra maestra".
No puede ser más claro. El cine está en el planteamiento, en el nudo y en en el desenlace de la peli que nos llevaba anunciando desde 1996. Y por muchas expectativas que hubiera, ha vuelto a no defraudar. Ha vuelto a alcanzar la maestría, ha vuelto a ser él mismo. Puede que le haya faltado algo de metraje para ser tan epopéyico y preciso en la puesta en escena como en Kill Bill o Death Proof, pero ha vuelto a ser él mismo.
Tiene todas las características de su cine: personajes a los que se presenta como leyendas, miles de saltos en el tiempo adelante y atrás, diálogos tan largos como sorprendentes, humor referencial, malos que no pueden ser más atractivos, buenos que no pueden ser más malos, violencia gratuita, actores que sabes que nunca más van a estar igual y música que parece nacida para la ocasión. Es puro Tarantino, es puro cine que satisface las expectativas, pero no se queda ahí.
Al introducir el cine y la historia en la narración, en la fusión asoma de forma épica un mensaje integrador, que vuelve a lograr que tras las miles de risas y de tensión generada, te emociones como un niño cuando parece decirte que en la mezcolanza de vidas, de razas, de lenguajes, de misterios, de géneros, está la vida. Está la vida mejor.
Negros, indios, arios, judíos, da igual. Inglés, francés, alemán, italiano, da igual. Thriller, western, comedia, musical, da igual. Personajes, personas, cine, vida, da igual. El cine es la vida y la vida es el cine. Y en la mezcla de ambos, como en la mezcla de todo, es donde está el futuro, donde está el presente.
Tarantino lo sabe mejor que nadie. Porque él es quien es gracias al cine.
Hace muchísimos años que no ocurría esto. Hace muchos años que no había nadie capaz de levantar el mundo cinemtográfico, de hacer esperar cada película con la ilusión de un niño, con la expectación del que sabe que va a disfrutar de algo histórico.
Probablemente desde Hitchcock no había ningún cineasta capaz de unir tanto a la crítica y al público, de hacer que cada estreno suyo fuera un acontecimiento, el hito que merece ser.
Las primeras críticas de Malditos bastardos han vuelto a alimentar el fenómeno. Tras cinco obras maestras en cinco películas, los eternamente malditos críticos han vuelto a calificar Inglorious Bastards como la sexta de seis.
Reservoir Dogs me dejó anonadado. Pulp Fiction me hizo reír tanto que necesité años para llegar a entenderlo todo. Jackie Brown me levantó lágrimas. Aparte de lágrimas, Kill Bill me levantó de la butaca. En Death Proof subió la butaca a la montaña rusa.
Por eso y por Tarantino, espero Malditos bastardos con ansia, con la ilusión de un niño, con la expectación del que va a ver historia.
Con sólo dos películas, Daniel Sánchez-Arévalo ya es un autor. Ya tiene una personalidad propia. Ya tiene un hueco en el cine español. Tiene un hueco por su apuesta, por su estilo, por sus resultados. Por proponer un cine comercial que al mismo tiempo no lo es. Por hacer de la realidad paisaje, y subvertir ésta hasta encontrar su mundo propio. En este camino, Sánchez-Arévalo demuestra muchas cosas que nos llevan a querer a sus personajes, a sentirlos cerca, a reírnos con ellos, a ansiar un final feliz que ya van dos veces que parece más soñado que real. Lo primero que demuestra es su conocimiento del mundo. A diferencia de muchos autores que parecen llevar un camino paralelo al del mundo en el que viven, DSA no se sumerge en éste, sino que se nota que lo vive todos los días. Por eso sus personajes pueden ser a veces esquemáticos por representativos, pero nunca son tópicos, siempre tienen matices, verdad. Siempre puede ser alguien que se parece a nosotros. Y eso es lo que lo lleva a su verdadera comercialidad: el sentir que sus personajes pisan el mismo mundo que nosotros, que se enfrentan a conflictos parecidos a los nuestros. Que se autoengañan y se equivocan a diario. Que hacen planes para ser mejores, que se empeñan en buscar la misma piedra en la que se tropezaron. Tantos personajes y tanta verdad siempre consiguen risas, no siempre consiguen verdad. La verdad la consigue cuando logra diluir su tendencia al exceso para generar comedia. Cuando logra atenuar ésta y centrarse en lo brutal de la historia, aparecen momentos tan maravillosos como todos los de la historia de la embarazada y su marido que no la mira. Sólo por cada escena de Roberto Enríquez merecería la pena pagar la entrada, merecería que fuera cine realmente comercial. Pero hay eso y hay mucho más. Hay risas aseguradas, hay lágrimas que aparecerán sin que apenas te des cuenta. Es el peso de la autoría, es el peso de la verdadera personalidad.
Como sabéis, acabo de terminar de rodar mi primera peli. Pues bien, pese a mi incontinencia verbal, hay muchas cosas que he vivido que no sabría explicarlas. Pero tengo suerte, alguien se ha dedicado a explicarlas por mí. Y lo ha hecho cientos de veces mejor de lo que yo lo hubiera hecho.
Se llama Dany Saadia. No sólo es amigo y un gran tipo, es un gran director. No os perdáis Filmonauta
En el principio no estaba el cine. El cine nace como arte tras más de tres mil años de literatura, de teatro, de pintura. Eso hace que como arte, casi siempre dependa de éstos. Por eso hay muy pocas historias que no puedan ser más que cinematográficas. El bueno, el feo y el malo es una de ellas.
Es cine puro por los paisajes, por la aparente simplicidad de las historias, por lo aparentemente esquemático de los roles, por el no pasado de los personajes. Es cine puro por todo eso. Pero todo eso ya aparecía en el western tradicional. Lo que cambia respecto al western tradicional es esencialmente la mirada.
La mirada de Leone ya no es la del que una ve una película por primera vez. En su mirada hay ironía, hay referencias a otras películas, hay parodia. Y eso convierte a un género tan antiguo y maniqueo como el western en algo actual, divertido, apasionante.
A ello ayuda de forma definitiva su inmenso talento, su descomunal inventiva. Inventiva para descubrir planos nuevos, para generar tensión sin una sola bala, para componer violencia al son de música navideña, para editar vida cinematográfica a partir de planos hiératicos que acercan a la muerte. Todo en Leone se une para hacer cine. Cine de verdad.
El enorme pedazo de cine que va de un primer plano cerradísimo a una panorámica que funde al personaje con el horizonte. El enorme pedazo de cine que va de un plano totalmente innovador a un vaquero que se vuelve personaje de western. El enorme pedazo de cine que hay en un género nuevo que satisface las expectativas de siempre.
Cuanto más vive uno, más manías tiene. Cuanto más se dedica a algo uno, más inflexible se vuelve. Cuantas más pelis veo, más odio ciertas cosas.
Una de las que más odio es el afán de tratar de contar una historia que sucede en muchos años. Creo que el cine está hecho para lo anecdótico, para un relato breve y pequeño que se vuelve símbolo de algo mucho más grande. Cualquier otro cine me resulta poco cine.
Cuando entro en la familia de El primer día del resto de tu vida y veo el continuo cambio de años, me doy cuenta que voy a tener que luchar contra mí mismo, contra mi intolerancia. E inicio mi lucha desconfiado. Sin embargo, al cabo de un rato, me doy cuenta de que he dejado de luchar contra mí, que me he dejado llevar por su humor, por su costumbrismo, por sus personajes.
El mérito es más del guión y de la edición que de la dirección. Aunque cuenta algo tan grande como la vida de una familia en doce años, no lo hace recurriendo a su día a día, sino que busca un solo día cada 3 años para poder contarlo todo. Y en la concentración, la peli encuentra su forma, la trama encuentra su cuerpo, la narración llega a su tono.
Su tono es el de una comedia agradable familiar, donde las disputas parecen reales y la ternura no suena a impostura. Donde los personajes no necesitan idealización ni crecimiento. Donde la belleza está más en lo pequeño que en lo grande.
Por eso El primer día del resto de tu vida logra mantenerte durante todo el metraje con una sonrisa y un amago de emoción. Logra atarte a la silla con la certeza del que sabe que lo que va a venir te va a gustar sin llegar a epatarte. Logra que sigas a su familia sabiendo que es tan real como la tuya. Logra en el plano final convertir el amago en emoción pura.