Hace muchísimos años que no ocurría esto. Hace muchos años que no había nadie capaz de levantar el mundo cinemtográfico, de hacer esperar cada película con la ilusión de un niño, con la expectación del que sabe que va a disfrutar de algo histórico.
Probablemente desde Hitchcock no había ningún cineasta capaz de unir tanto a la crítica y al público, de hacer que cada estreno suyo fuera un acontecimiento, el hito que merece ser.
Las primeras críticas de Malditos bastardos han vuelto a alimentar el fenómeno. Tras cinco obras maestras en cinco películas, los eternamente malditos críticos han vuelto a calificar Inglorious Bastards como la sexta de seis.
Reservoir Dogs me dejó anonadado. Pulp Fiction me hizo reír tanto que necesité años para llegar a entenderlo todo. Jackie Brown me levantó lágrimas. Aparte de lágrimas, Kill Bill me levantó de la butaca. En Death Proof subió la butaca a la montaña rusa.
Por eso y por Tarantino, espero Malditos bastardos con ansia, con la ilusión de un niño, con la expectación del que va a ver historia.
Yo no sé vosotros, pero yo me muero por verla.
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