Al llegar a estas fechas tan entrañables, cuando los pinos se llenan de bolas, los estómagos de turrón y los señores con barba se ganan un sobresueldo vestidos de rojo, es momento de mirar atrás y hacer un laxo examen de conciencia al cine que hemos visto durante 2005.
Las plateas se visten de oro, las alfombras rojas se desempolvan, los vestidos de Gucci se ajustan. Y es que llegan… ¡Los Córdobas de oro! Estos afamados premios dan un impulso definitivo para la carrera comercial y el reconocimiento ansiado a unas pocas películas, a las elegidas, a las nominadas. Y como cada año, tenéis la oportunidad de votar por alguna de las nominadas:
jueves, diciembre 29, 2005
MEJOR PELÍCULA EXTRANJERA
Million Dollar Baby (Clint Eastwood)
Hierro 3 (Kim ki Duk)
Match Point (Woody Allen)
Entre copas (Alexander Payne)
Código 9 (Michael Winterbottom)
Hierro 3 (Kim ki Duk)
Match Point (Woody Allen)
Entre copas (Alexander Payne)
Código 9 (Michael Winterbottom)
MEJOR PELÍCULA ESPAÑOLA
No sos vos, soy yo (Juan Taratuto)
Siete vírgenes (Alberto Rodríguez)
Habana Blues (Benito Zambrano)
El aura (Fabián Bielinski)
Princesas (Fernando León de Aranoa)
Siete vírgenes (Alberto Rodríguez)
Habana Blues (Benito Zambrano)
El aura (Fabián Bielinski)
Princesas (Fernando León de Aranoa)
MEJOR DIRECTOR
Kim ki Duk (Hierro 3)
Woody Allen (Match Point)
Fabián Bielinski (El aura)
David Cronenberg (Una historia de violencia)
Carlos Reygadas (Batalla en el cielo)
Woody Allen (Match Point)
Fabián Bielinski (El aura)
David Cronenberg (Una historia de violencia)
Carlos Reygadas (Batalla en el cielo)
MEJOR ACTOR
Diego Peretti (No sos vos, soy yo)
Bruno Ganz (El hundimiento)
Guillermo Toledo (Seres queridos)
Juan José Ballesta (Siete vírgenes)
Thomas Haden Church (Entre copas)
Bruno Ganz (El hundimiento)
Guillermo Toledo (Seres queridos)
Juan José Ballesta (Siete vírgenes)
Thomas Haden Church (Entre copas)
MEJOR ACTRIZ
Hillary Swank (Million Dollar Baby)
María Ballesteros (Princesas)
Sharon Stone (Flores rotas)
Virginia Madsen (Entre copas)
Marta Etura (Para que no me olvides)
María Ballesteros (Princesas)
Sharon Stone (Flores rotas)
Virginia Madsen (Entre copas)
Marta Etura (Para que no me olvides)
MEJOR GUIÓN
Woody Allen (Match Point)
Alexander Payne y Jim Taylor (Entre copas)
David Magee (Descubriendo nunca jamás)
Agnes Jaoui y Jean-Pierre Bacri (Como una imagen)
Frank Boyce Cottrell (Código 9)
Alexander Payne y Jim Taylor (Entre copas)
David Magee (Descubriendo nunca jamás)
Agnes Jaoui y Jean-Pierre Bacri (Como una imagen)
Frank Boyce Cottrell (Código 9)
MEJOR MONTAJE
Joel Cox (Million Dollar Baby)
Kim ki Duk (Hierro 3)
Yannick Kergoat (Arcadia)
Robert Pulcini (American Splendor)
William Steinkamp (La intérprete)
Kim ki Duk (Hierro 3)
Yannick Kergoat (Arcadia)
Robert Pulcini (American Splendor)
William Steinkamp (La intérprete)
MEJOR FOTOGRAFÍA
Jung-jung Hoo (Old boy)
Stefan Eriksson (Saraband)
Philippe Rousselot (Charlie y la fábrica de chocolate)
Baek Dong-hyun (Primavera, verano, otoño invierno y…primavera)
Rainer Klausmann (Contra la pared)
Stefan Eriksson (Saraband)
Philippe Rousselot (Charlie y la fábrica de chocolate)
Baek Dong-hyun (Primavera, verano, otoño invierno y…primavera)
Rainer Klausmann (Contra la pared)
MEJOR DIRECCIÓN ARTÍSTICA
Joo Jin-mo (Hierro 3)
David Allday, Matthew Gray, Sean Haworth, James Lewis (Charlie y la fábrica de chocolate)
Nelson Lowry (La novia cadáver)
Jonathan Arkin (Reencarnación)
Gil Parrondo, Julián Mateos (Ninette)
David Allday, Matthew Gray, Sean Haworth, James Lewis (Charlie y la fábrica de chocolate)
Nelson Lowry (La novia cadáver)
Jonathan Arkin (Reencarnación)
Gil Parrondo, Julián Mateos (Ninette)
MEJOR SECUENCIA
Los dos lados de la cama: Lucía Jiménez y Verónica Sánchez se cuelan en la clase de baile
Entre copas: Paul Giamatti y Virginia Madsen conversan sobre sus gustos en vino.
Match Point: Jonathan Rhys-Meyers intenta cargarse a una anciana.
Descubriendo nunca jamás: Los niños montan un espectáculo teatral para Kate Winslet.
Torrente 3: Santiago Segura quiere salvar a la tripulación de un avión.
Entre copas: Paul Giamatti y Virginia Madsen conversan sobre sus gustos en vino.
Match Point: Jonathan Rhys-Meyers intenta cargarse a una anciana.
Descubriendo nunca jamás: Los niños montan un espectáculo teatral para Kate Winslet.
Torrente 3: Santiago Segura quiere salvar a la tripulación de un avión.
MEJOR PERSONAJE:
El abogado representado por Clive Owen (Closer)
Peio, el pintor que se queda ciego (El cielo que nos gira)
La niña pija (Batalla en el cielo)
El antiterrorista Tim Robbins (La guerra de los mundos)
El escritor ególatra de Jean-Pierre Bacri (Como una imagen)
Peio, el pintor que se queda ciego (El cielo que nos gira)
La niña pija (Batalla en el cielo)
El antiterrorista Tim Robbins (La guerra de los mundos)
El escritor ególatra de Jean-Pierre Bacri (Como una imagen)
domingo, diciembre 25, 2005
Los dos lados de la cama (Emilio Martínez-Lázaro): 6,5
“Los dos lados de la cama” es una secuela que merece verse. Sólo desmerece en la comparación con la magistral primera parte, pero es en la carrera contra el resto de las comedias intrascendentes que cada año se estrenan, donde vuelve a arrasar.
Si en la primera parte, Martínez-Lázaro sacaba oro de un guión de plata, ahora es Lázaro el que convierte en bronce otro guión argéntico. Y es que su dirección, pero sobre todo su montaje, no tiene todo el ritmo que requieren sus irresistibles gags, los actores no alcanzan la gracia superlativa de los diálogos, las actrices no saben dotar de la comicidad que exigen las situaciones. Pero, aun con todo, el conjunto es tan entrañable, tan sorprendente, y Toledo, Alterio y San Juan son tan buenos que las risas se encadenan. Entre medio, canciones familiares que nunca se hacen largas, vitalidad general que acerca a la mejor secuencia musical que nunca se ha rodado en España, aquélla en la que se entrelazan cuatro canciones con la trama ante la exhausta mirada del espectador. Esa escena rezuma todas los méritos de esta serie: moralidad, gracia, ritmo y vida.
Si en la primera parte, Martínez-Lázaro sacaba oro de un guión de plata, ahora es Lázaro el que convierte en bronce otro guión argéntico. Y es que su dirección, pero sobre todo su montaje, no tiene todo el ritmo que requieren sus irresistibles gags, los actores no alcanzan la gracia superlativa de los diálogos, las actrices no saben dotar de la comicidad que exigen las situaciones. Pero, aun con todo, el conjunto es tan entrañable, tan sorprendente, y Toledo, Alterio y San Juan son tan buenos que las risas se encadenan. Entre medio, canciones familiares que nunca se hacen largas, vitalidad general que acerca a la mejor secuencia musical que nunca se ha rodado en España, aquélla en la que se entrelazan cuatro canciones con la trama ante la exhausta mirada del espectador. Esa escena rezuma todas los méritos de esta serie: moralidad, gracia, ritmo y vida.
viernes, diciembre 23, 2005
Habana Blues (Benito Zambrano, 2005): 8
Parece casual que una productora andaluza aborde un proyecto tan cubano como el de “Habana blues”. Parece casual que un productor tan ligada a su tierra como Antonio P. Pérez se ponga a hablar de bloqueos, de fugas, de sueños, de frenesí. Parece casual que alguien tan sevillano como Zambrano se torne habanero, en las formas y en el fondo. Parece casual, pero no lo es.
Zambrano y Pérez, Pérez y Zambrano son coherentes consigo mismos, siguen apegados a la tierra, sea ínsular o penínsular. En la Cuba de Zambrano se descubren grandes semejanzas con la Andalucía de Pérez. Se descubre que las dificultades cotidianas no impiden el disfrute de la vida, que las carencias económicas no son sino amigas del derroche de placeres, que los engaños de superviviente no son sino pequeñas mentiras que dulcifican la vida.
Y encontrando eso, hallando el ligazón entre el mundo que visitan y el mundo en que habitan, Pérez y Zambrano ya se sienten cómodos para ser ellos mismos. Para presentarnos un puñado de personajes que nadan entre la picaresca, la culpa y la ilusión, que luchan contra sí mismos y contra las inclemencias del medio, que se ganan la vida como pueden pero no olvidan de disfrutarla por el camino.
Y lo hacen exudando gotas de realidad de un espejo de irrealidad, sacando verdad de un escenario de teatro, logrando que sientas que el país que visitas no es sino el tuyo, que su música no es sino tu banda sonora, que veas que sus utopías son tan capitalistas como las tuyas.
Pocas veces un turista ha filmado un país con tal grado de identificación. Pocas veces un turista ha amado tanto a su patria. Pocas veces una patria ha generado tantas lágrimas y tantas risas.
Zambrano y Pérez, Pérez y Zambrano son coherentes consigo mismos, siguen apegados a la tierra, sea ínsular o penínsular. En la Cuba de Zambrano se descubren grandes semejanzas con la Andalucía de Pérez. Se descubre que las dificultades cotidianas no impiden el disfrute de la vida, que las carencias económicas no son sino amigas del derroche de placeres, que los engaños de superviviente no son sino pequeñas mentiras que dulcifican la vida.
Y encontrando eso, hallando el ligazón entre el mundo que visitan y el mundo en que habitan, Pérez y Zambrano ya se sienten cómodos para ser ellos mismos. Para presentarnos un puñado de personajes que nadan entre la picaresca, la culpa y la ilusión, que luchan contra sí mismos y contra las inclemencias del medio, que se ganan la vida como pueden pero no olvidan de disfrutarla por el camino.
Y lo hacen exudando gotas de realidad de un espejo de irrealidad, sacando verdad de un escenario de teatro, logrando que sientas que el país que visitas no es sino el tuyo, que su música no es sino tu banda sonora, que veas que sus utopías son tan capitalistas como las tuyas.
Pocas veces un turista ha filmado un país con tal grado de identificación. Pocas veces un turista ha amado tanto a su patria. Pocas veces una patria ha generado tantas lágrimas y tantas risas.
martes, diciembre 20, 2005
La mejor juventud (Marco Tulio Giordano, 2004): 8
En tiempos de un capitalismo atroz al que todos alimentamos; cuando la producción es un lujo sólo al alcance de inversores financieros, cuando la exhibición cinematográfica es un oligopolio de majors coordinadas y la distribución televisiva es un monopolio de los mismos que producen y exhiben, parece un milagro que una película de seis horas, nacida para un medio tan repudiado por el cine como la televisión, llegue a nuestras pantallas. Y llegue para quedarse, para instalarse durante trece meses en la cartelera. En la cartelera y en nuestros subconscientes.
Y es que “La mejor juventud” es puro cine. Es puro cine que aprovecha todas las ventajas de su procedencia televisiva. No sólo cuenta con una producción que sólo una cadena estatal de televisión podría dar, no sólo se permite rodar a la velocidad que permite el vídeo, sino que también se aprovecha del medio original en términos de dramaturgia. Construye un guión en el que obvia las reglas no explícitas del cine. Y así, como en vida, los personajes secundarios pueden desaparecer. Como en la vida, puede haber saltos temporales sin necesidad de conectarlos con una voz en off. Y como en la vida, los personajes maduran y crecen sutilmente, y nunca a golpes como manda el celuloide. Y es en este punto donde más claramente se manifiesta la llegada que tiene al espectador, en la verosimilitud de unos personajes diseñados con tantos matices que su maniqueísmo inicial se queda sólo en aparente, en prejuicios que no valen como juicios.Y es al ver la coherencia, consistencia y veracidad de estos personajes cuando las intrincadas historias de estos dos hermanos comienzan a colarse en tu subconsciente. Es en el momento en que ves que ninguno es Caín y ninguno es Abel cuando comienzas a dejarte llevar y pasas de la pasividad a la actividad, de la butaca a la pantalla. Es ahí cuando los sientes, cuando los quieres, cuando deja de importarte el tiempo que te queda en la sala de ese cine, y en el de otro cine, y sólo quieres llegar al final y saber qué es de ellos. Lo de menos es la historia de Italia. Lo de más es la historia de esos personajes, que hace tiempo que han dejado de ser personajes, que han pasado a ser personas
Y es que “La mejor juventud” es puro cine. Es puro cine que aprovecha todas las ventajas de su procedencia televisiva. No sólo cuenta con una producción que sólo una cadena estatal de televisión podría dar, no sólo se permite rodar a la velocidad que permite el vídeo, sino que también se aprovecha del medio original en términos de dramaturgia. Construye un guión en el que obvia las reglas no explícitas del cine. Y así, como en vida, los personajes secundarios pueden desaparecer. Como en la vida, puede haber saltos temporales sin necesidad de conectarlos con una voz en off. Y como en la vida, los personajes maduran y crecen sutilmente, y nunca a golpes como manda el celuloide. Y es en este punto donde más claramente se manifiesta la llegada que tiene al espectador, en la verosimilitud de unos personajes diseñados con tantos matices que su maniqueísmo inicial se queda sólo en aparente, en prejuicios que no valen como juicios.Y es al ver la coherencia, consistencia y veracidad de estos personajes cuando las intrincadas historias de estos dos hermanos comienzan a colarse en tu subconsciente. Es en el momento en que ves que ninguno es Caín y ninguno es Abel cuando comienzas a dejarte llevar y pasas de la pasividad a la actividad, de la butaca a la pantalla. Es ahí cuando los sientes, cuando los quieres, cuando deja de importarte el tiempo que te queda en la sala de ese cine, y en el de otro cine, y sólo quieres llegar al final y saber qué es de ellos. Lo de menos es la historia de Italia. Lo de más es la historia de esos personajes, que hace tiempo que han dejado de ser personajes, que han pasado a ser personas
lunes, diciembre 19, 2005
Tapas
Igual me equivoqué al entrar a ver "Tapas". Sólo sé que entré en la sala dispuesto a perdonar errores técnicos y estructurales en beneficio de lo chusco y arriesgado. No ansiaba sutileza ni perfección, pero sí localismos y despiporre. Y me encontré con una película que no yerra en lo que iba a perdonar, pero que no ofrece lo que yo esperaba.
Si la trama avanza sin más sorpresa que la lógica dramaturgia, si los personajes crecen al ritmo de la previsibilidad, si las secuencias se suceden y se alternan más objeto de la razón que de la pasión, sólo nos queda esperar que haya vida dentro del plano, que los decorados se fundan con los actores, que la grasa de la sepia se escape por el celuloide hasta mancharnos. Y nos encontramos que Hospitalet sólo es el escenario. Que los intérpretes hablan en pucelano, pero rematan las frases con un catalán "nen". Que el emigrante gallego parece provenir de lo alto de la meseta. Que el abuelo local rememora lingüísticamente la provincia de Mendoza.
Y ahí se pierde el furor cómico que hubiera dado el tonillo charnego, la fuerza fílmica que da la vida desordenada del cinturón barcelonés, el cotidiano salvajismo de un humor que nos hubiera hecho más queribles a los personajes, que nos hubiera hecho disfrutar más analizando menos.
Si la trama avanza sin más sorpresa que la lógica dramaturgia, si los personajes crecen al ritmo de la previsibilidad, si las secuencias se suceden y se alternan más objeto de la razón que de la pasión, sólo nos queda esperar que haya vida dentro del plano, que los decorados se fundan con los actores, que la grasa de la sepia se escape por el celuloide hasta mancharnos. Y nos encontramos que Hospitalet sólo es el escenario. Que los intérpretes hablan en pucelano, pero rematan las frases con un catalán "nen". Que el emigrante gallego parece provenir de lo alto de la meseta. Que el abuelo local rememora lingüísticamente la provincia de Mendoza.
Y ahí se pierde el furor cómico que hubiera dado el tonillo charnego, la fuerza fílmica que da la vida desordenada del cinturón barcelonés, el cotidiano salvajismo de un humor que nos hubiera hecho más queribles a los personajes, que nos hubiera hecho disfrutar más analizando menos.
sábado, diciembre 17, 2005
Entre copas (Alexander Payne, 2005): 9
“Sideways” es en el original “Carreteras secundarias”. Y son éstas las que recorren, las que reivindican Payne y Taylor. Y es el hecho de recorrer caminos sin grandes vaivenes ni luces ni megaáreas de servicio, lo que hace que, al principio, “Sideways” puede parecer una obra común, simplemente ajena a los artificios de Hollywood.
Pero no. Como en los buenos viajes, no importa el destino, no importa ni siquiera el recorrido, lo que importa es el que el cambio de panorama es un cambio de foco en la vida de los protagonistas.
Y ahí encuentra Payne su vía. Es en su foco deformante pero humano donde hallas el alma de sus perdidos personajes. Es cierto que su luz no es tan abrasiva como la de “Election” o “A propósito de Schmidt”, pero no por ello deja de reírse del patetismo de sus personajes, no por ello elude que amemos a sus personajes sólo una vez hemos comprobado que son tan lamentables y contradictorios como lo somos nosotros.
Así, la paradoja se torna un modo de ser. Sus comportamientos siempre parecen a desmano, son siempre el camino equivocado hacia el destino buscado. Y por eso, como a los amigos, los queremos más por sus errores, por sus defectos. Por eso, los queremos y los seguimos, los comprendemos y los perdonamos, los identificamos y los acompañamos. Su viaje es nuestro viaje. Su vida es nuestra vida. Sus carreteras son las nuestras. Igual de secundarias, igual de necesarias, igual de merecedoras de ser recorridas.
Pero no. Como en los buenos viajes, no importa el destino, no importa ni siquiera el recorrido, lo que importa es el que el cambio de panorama es un cambio de foco en la vida de los protagonistas.
Y ahí encuentra Payne su vía. Es en su foco deformante pero humano donde hallas el alma de sus perdidos personajes. Es cierto que su luz no es tan abrasiva como la de “Election” o “A propósito de Schmidt”, pero no por ello deja de reírse del patetismo de sus personajes, no por ello elude que amemos a sus personajes sólo una vez hemos comprobado que son tan lamentables y contradictorios como lo somos nosotros.
Así, la paradoja se torna un modo de ser. Sus comportamientos siempre parecen a desmano, son siempre el camino equivocado hacia el destino buscado. Y por eso, como a los amigos, los queremos más por sus errores, por sus defectos. Por eso, los queremos y los seguimos, los comprendemos y los perdonamos, los identificamos y los acompañamos. Su viaje es nuestro viaje. Su vida es nuestra vida. Sus carreteras son las nuestras. Igual de secundarias, igual de necesarias, igual de merecedoras de ser recorridas.
Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2005): 3
“Los chicos del coro” sólo me parece salvable como una parodia de la película rodada dentro de “La mala educación”. No se sabe si incita más a la pederastia, al infanticidio general o al gerontocidio particular. Hay miradas del profesor al alumno solista que harían parecer inocente, no sólo a los curas de la peli de Almodóvar, sino hasta al mismísimo Michael Jackson. Hay juegos entre los niños que harían sentir al manchego incluso menos nostalgia infantil que pudor homosexual. Hay una sumisión en Gérard Jugnot que hace que no sea complicado imaginarlo prisionero de Fran Boira con un tacón de aguja.
Sólo si ve esto, sólo si se tiene una mente perturbada como la mía, uno puede divertirse contemplando esta hez de la pantalla.
Sólo si ve esto, sólo si se tiene una mente perturbada como la mía, uno puede divertirse contemplando esta hez de la pantalla.
jueves, diciembre 15, 2005
"Princesas" (Fernando León de Aranoa, 2005): 8
No cabe duda de que “Princesas” es una de las mejores películas del año. No cabe duda de que “Princesas” es la peor película de Fernando León de Aranoa.
Tras irrumpir en nuestras mandíbulas con “Familia” y alcanzar la gloria con “Barrio”, el gigante madrileño fue capaz con “Los lunes al sol” de ir más lejos y tocar el cielo con los dedos. Ahora, en su paso por las calles desvencijadas y las esquinas más disputadas, vuelve a retomar las constantes de sus éxitos: humanismo para con todos, concienciación social libre de mensaje, mentiras que permitan sobrellevar las tragedias de la existencia, costumbrismo repleto de humor, y diálogos brillantes entre gente que se protege a la vez que se abre. Ahora en “Princesas”, León de Aranoa replica esa fórmula, confirmando su carácter de autor a costa de una falta de originalidad que se acentúa ante la elección de un tema más manido que los parados o los niños del barrio.
Sin una mirada ajena en el guión como la de Ignacio del Moral o Elías Querejeta, no ha sido capaz de controlar la aparición de sus primeros defectos, que pueden convertirse en carga de autor: sentimentalismo excesivo víctima de diálogos introspectivos, vena ligeramente discursiva e introducción de un chiste político indecente (tan local, como coyuntural e innecesario). Finalmente, y como en “Barrio”, opta por un desenlace innecesariamente trágico por cuanto el drama cotidiano ya era suficientemente duro, sin necesidad de soslayarlo.
“Princesas” sigue siendo una obra notable y profunda que explica a la posteridad el mundo de hoy, me hace reír en algunas ocasiones y me hace llorar en otras, pero ni tiene la carne de sus otras películas, ni encuentra el hueso a punzadas de talento y verdad.
Tras irrumpir en nuestras mandíbulas con “Familia” y alcanzar la gloria con “Barrio”, el gigante madrileño fue capaz con “Los lunes al sol” de ir más lejos y tocar el cielo con los dedos. Ahora, en su paso por las calles desvencijadas y las esquinas más disputadas, vuelve a retomar las constantes de sus éxitos: humanismo para con todos, concienciación social libre de mensaje, mentiras que permitan sobrellevar las tragedias de la existencia, costumbrismo repleto de humor, y diálogos brillantes entre gente que se protege a la vez que se abre. Ahora en “Princesas”, León de Aranoa replica esa fórmula, confirmando su carácter de autor a costa de una falta de originalidad que se acentúa ante la elección de un tema más manido que los parados o los niños del barrio.
Sin una mirada ajena en el guión como la de Ignacio del Moral o Elías Querejeta, no ha sido capaz de controlar la aparición de sus primeros defectos, que pueden convertirse en carga de autor: sentimentalismo excesivo víctima de diálogos introspectivos, vena ligeramente discursiva e introducción de un chiste político indecente (tan local, como coyuntural e innecesario). Finalmente, y como en “Barrio”, opta por un desenlace innecesariamente trágico por cuanto el drama cotidiano ya era suficientemente duro, sin necesidad de soslayarlo.
“Princesas” sigue siendo una obra notable y profunda que explica a la posteridad el mundo de hoy, me hace reír en algunas ocasiones y me hace llorar en otras, pero ni tiene la carne de sus otras películas, ni encuentra el hueso a punzadas de talento y verdad.
Michael Winterbottom & "Wonderland" (1999): 10
Hace unos años me metí en una sala oscura y, como le sucede a todo espectador, no salí cambiado, ni siquiera reforzado en mis planteamientos previos, sólo encontré cómo éstos podían tener un trasvase a la pantalla. Cómo un director podía aunar narración clásica y avances del cine publicitario, humanismo y globalización, continuidad y eclecticismo, diferencia e integración. Se trataba de la película "Wonderland" y desde entonces no falto a mi cita semestral con Michael Winterbottom, con Frank Boyce Cottrell. Pocos creadores son capaces de tener una trayectoria
tan coherente y tan diferente, de ser tan variados y tan similares, de abordar el riesto sin perder el acierto. No importa el género, siempre le son fieles a sus códigos implícitos. Parten de ese respeto a las normas clásicas para introducir su amor por la humanidad, su querencia por personajes normales, su huida de las falsas torturas, su apuesta por el interés de la cotidianeidad. Es él quien mejor sabe crear magia de lo corriente, producir fascinación a partir de gente como tú y como yo. Y lo hacen sin necesidad de caer en recursos de fácil identificación. Su voz en off nunca busca provocar empatía, sólo mezclar en pantalla realidades diferentes. Sin embargo, sus personajes sí provocan empatía. Y lo hacen sin necesidad de acertar. Es más,
Winterbottom siempre encuentra la belleza en el error, su gusto por la normalidad contrasta con su amor por la diferencia: el ser humano alcanza su perfección sólo cuando asoma su imperfección.
De ahí nacen sus radiantes, efímeras, emotivas
historias de amor. De ahí nacen sus vibrantes,
controlados conflictos. De ahí nace el arte de un
pintor con una amplia paleta de colores que siempre
dibujan la misma figura: el alma humana. Y lo hace sin
retórica de divino, sin pesimismos de postal, sin más búsqueda de autoría que la que da la propia voz.
tan coherente y tan diferente, de ser tan variados y tan similares, de abordar el riesto sin perder el acierto. No importa el género, siempre le son fieles a sus códigos implícitos. Parten de ese respeto a las normas clásicas para introducir su amor por la humanidad, su querencia por personajes normales, su huida de las falsas torturas, su apuesta por el interés de la cotidianeidad. Es él quien mejor sabe crear magia de lo corriente, producir fascinación a partir de gente como tú y como yo. Y lo hacen sin necesidad de caer en recursos de fácil identificación. Su voz en off nunca busca provocar empatía, sólo mezclar en pantalla realidades diferentes. Sin embargo, sus personajes sí provocan empatía. Y lo hacen sin necesidad de acertar. Es más,
Winterbottom siempre encuentra la belleza en el error, su gusto por la normalidad contrasta con su amor por la diferencia: el ser humano alcanza su perfección sólo cuando asoma su imperfección.
De ahí nacen sus radiantes, efímeras, emotivas
historias de amor. De ahí nacen sus vibrantes,
controlados conflictos. De ahí nace el arte de un
pintor con una amplia paleta de colores que siempre
dibujan la misma figura: el alma humana. Y lo hace sin
retórica de divino, sin pesimismos de postal, sin más búsqueda de autoría que la que da la propia voz.
Película "Whisky" (Rebella & Stoll, 2004): 9
El whisky es un producto que asusta al primer sorbo, extraña al segundo y gratifica en el tercero. Un producto que una vez conoces, confías en él, sabedor de que te lleva a territorios ilusionantes y gozosos, que te dejará un regusto dulce y una capacidad de recuerdo libre de resacas.
Así es el whisky. Así es “Whisky”. Una obra que te golpea inicialmente con sus imágenes abruptas hasta que la sinceridad de sus personajes se cuela en ellas, confiriendo lenta calidez a sus fríos escenarios. Una obra en la que la verdad no está exenta de emoción, en que la rutina confiere intriga, las palabras, silencio; y el silencio, risas. Una obra acerca de la realidad, en base a imposturas. Una obra, sostenida sobre la adormecedora rutina, en base a un extraño, liberador viaje.
Si los personajes son esencialmente carne de olvido, los escenarios ya reflejan ese olvido. El olvido de unos años que nunca lucieron y que nunca volverán, de unos años que no causan ni nostalgia, que no mueven ni recuerdos. A partir de este decorado e historia parado y paralizante, Rebella y Stoll nos plantean un filme acerca del movimiento (cíclico, inmóvil) en el que éste se deduce por los mínimos detalles. Unos mínimos detalles que asoman en la gloriosa dirección artística, en la extrema sutileza de las interpretaciones, en la liviana, nada egomaniaca dirección.
Con todo ello, ingiriendo todos esos tragos de licor de olvido, se llega a una lenta borrachera. Te relaja primero, luego te hace sonreír y después, reír. Reír hasta que te hace pensar y acabar llorando antes de dormir a pierna suelta. Pero al día siguiente, notas que algo se ha movido, algo ha cambiado. Se ha quedado en el organismo la resaca de haber visto una película inolvidable.
Así es el whisky. Así es “Whisky”. Una obra que te golpea inicialmente con sus imágenes abruptas hasta que la sinceridad de sus personajes se cuela en ellas, confiriendo lenta calidez a sus fríos escenarios. Una obra en la que la verdad no está exenta de emoción, en que la rutina confiere intriga, las palabras, silencio; y el silencio, risas. Una obra acerca de la realidad, en base a imposturas. Una obra, sostenida sobre la adormecedora rutina, en base a un extraño, liberador viaje.
Si los personajes son esencialmente carne de olvido, los escenarios ya reflejan ese olvido. El olvido de unos años que nunca lucieron y que nunca volverán, de unos años que no causan ni nostalgia, que no mueven ni recuerdos. A partir de este decorado e historia parado y paralizante, Rebella y Stoll nos plantean un filme acerca del movimiento (cíclico, inmóvil) en el que éste se deduce por los mínimos detalles. Unos mínimos detalles que asoman en la gloriosa dirección artística, en la extrema sutileza de las interpretaciones, en la liviana, nada egomaniaca dirección.
Con todo ello, ingiriendo todos esos tragos de licor de olvido, se llega a una lenta borrachera. Te relaja primero, luego te hace sonreír y después, reír. Reír hasta que te hace pensar y acabar llorando antes de dormir a pierna suelta. Pero al día siguiente, notas que algo se ha movido, algo ha cambiado. Se ha quedado en el organismo la resaca de haber visto una película inolvidable.
Matomovies
Éste es el blog para los tarados como tú y como yo, para los que estamos hartos de las críticas de cine academicistas de adictos al plano fijo, al humor de vodevil y a la lágrima dulzona hasta producir diabetes. Éste es el blog para los que creemos que el buen cine nace de la observación y la incorrección, para los que ven la realidad como una película, y las películas como realidades. Éste es un blog para tarados. Éste es tu blog