Igual me equivoqué al entrar a ver "Tapas". Sólo sé que entré en la sala dispuesto a perdonar errores técnicos y estructurales en beneficio de lo chusco y arriesgado. No ansiaba sutileza ni perfección, pero sí localismos y despiporre. Y me encontré con una película que no yerra en lo que iba a perdonar, pero que no ofrece lo que yo esperaba.
Si la trama avanza sin más sorpresa que la lógica dramaturgia, si los personajes crecen al ritmo de la previsibilidad, si las secuencias se suceden y se alternan más objeto de la razón que de la pasión, sólo nos queda esperar que haya vida dentro del plano, que los decorados se fundan con los actores, que la grasa de la sepia se escape por el celuloide hasta mancharnos. Y nos encontramos que Hospitalet sólo es el escenario. Que los intérpretes hablan en pucelano, pero rematan las frases con un catalán "nen". Que el emigrante gallego parece provenir de lo alto de la meseta. Que el abuelo local rememora lingüísticamente la provincia de Mendoza.
Y ahí se pierde el furor cómico que hubiera dado el tonillo charnego, la fuerza fílmica que da la vida desordenada del cinturón barcelonés, el cotidiano salvajismo de un humor que nos hubiera hecho más queribles a los personajes, que nos hubiera hecho disfrutar más analizando menos.
es francamente mala
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