Por razones que mi razón no entiende, el cine español raramente busca el buen cine comercial. O se mete en proyectos de fuga de cerebros o hace un cine de género para ningún público o hace proyectos de autor destinados a los festivales. Los tres tipos de cine me parecen correctos, lo que no me parece correcto es la ausencia de intenciones, de evitar casi por sistema un cine comercial y realista, un cine basado en la realidad para construir ficciones repletas de conflictos, de tensión, de cine.
Eso justo es lo que lleva haciendo Daniel Monzón desde hace cuatro películas. Eso justo es lo que le ha olvidado el público hasta hoy. Y digo hasta hoy porque tengo claro que Celda 211 va a tener un éxito comercial abrumador. No tengo dudas de que todo espectador que se acerque a verla va a gozarla, va a recomendarla.
Si "El corazón del guerrero" no logró captar a los adolescentes con su maravillosa mezcla de ficción y realidad, si "El robo más grande jamás contado" no hizo temblar de risas las plateas con su comedia de aventuras, si "La caja Kovak" no logró atraer al público con su estilo Brian de Palma, "Celda 211" no va a cometer el mismo error. Porque es tan grande su talento que es imposible no verlo, no disfrutarlo.
Todo nace de una construcción modélica. Los personajes son tan apasionantes que no hay forma de abandonarlos. La trama es tan potente y metafórica que no hay más remedio que subirse a ella. El ritmo es tan brutal que no te deja más que gozar. Los conflictos son tan crecientes que sólo deja que asome la intriga, la fuerza, la emoción.
Todo se junta para producir una enorme peli de acción, un monumento al cine carcelario, a la épica de los códigos del hampa. Cuando digo todo es todo. Es un guión sublime, es una música genial, es una fotografía poderosísima, es unas interpretaciones bestiales. Pero sobre todo y ante todo, es un personaje y un actor. Malamadre y Luis Tosar componen el acto fílmico más reseñable del reciente cine español, un personaje que va a pasar al léxico de la calle, del que todo el mundo dirá frases, al que todo el mundo se referirá, al que todo el mundo idolatrará.
Es lo que tiene el buen cine comercial. Que deja poso, que llega a la gente, que conquista la calle. Como Malamadre.
Tendrían que haber seleccionado esta película para representar a España en los Oscar, y no la de Trueba que es un coñazo.
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