sábado, agosto 29, 2009

THE VISITOR (Tom McCarthy): 7,5


Hay directores que sabes que algún día harán una obra maestra. Son directores cuyo talento se aprecia en cada uno de los granos de las imágenes. Puede que todavía no hayan hecho una gran película, puede que sí la hayan hecho, pero sabes que llegará el momento donde alcancen la intemporalidad. Tom McCarthy es de éstos.
Su descomunal don no es un talento llamativo. No se aprecia en grandes angulares o en planos-secuencia que llamen la atención sobre sí mismos. Se ve en cosas mucho más simples, mucho más definitivas. Se nota en su forma de encontrar simetría en el caos, de ver almas donde sólo había individuos, de captar las relaciones, de entender qué es lo reseñable, de identificar la felicidad más como un momento que como un estado. Se nota en su forma de crear magia a partir de lo cotidiano.
Todo eso sale a la luz en la magistral primera media hora de The Visitor. Es tan palpable, tan gozosa que la audiencia comienza a recrearse y se mete dentro de una película que no es la que va a ver. Esa media hora vale por el 99,9% del cine de este año. Lo que viene después no es peor. Pero no es lo que hemos visto.
Lo que viene después es cine de mensaje, es cine de denuncia. Un cine que podría haber hecho cualquiera. Es verdad que en manos de McCarthy es un cine mejor. Sabe evitar los tópicos, sabe no recurrir a los excesos, sabe evitar el melodrama, sabe mantener el atractivo de las relaciones. Pero donde en la primera parte no había buenos ni malos, no había discursos ni partes, no había fuentes ni fines, en la segunda aparece todo eso bajo la forma de un tipo de cine más serio, menos perdurable.
Creo que a McCarthy le ha podido su compromiso con el mundo. Es un pecado venial, sí, pero no deja de ser un pecado. Si vuelve a las vías de The Station Agent con la madurez y el dominio de la puesta en escena que aquí muestra, pronto, muy pronto tendremos su obra maestra, su paso a la posteridad.

viernes, agosto 28, 2009

BUSCANDO UNA BSO A MEDIODÍA

LLevo una semana infernal. He decidido amenizar las jornadas laborales con la peor música del mundo. A la búsqueda de una banda sonora para mi peli, he tenido que tragarme las sinfonías instrumentales de todas las comedias románticas que se os puedan imaginar.
Como consecuencia, el paciente sufre un síntoma claro: empalagamiento. He ingerido azúcar hasta provocarme la diabetes. Y la conclusión es clara, cuanto más se aleja uno del género, más encuentra lo que busca. Y al alejarme puramente del género, he encontrado una joya, algo que combina comedia, dramatismo, nostalgia y glamour. Una sinfonía que me permite incluir diferentes variaciones en función del momento vital de los protagonistas.
Se trata nada más y nada menos que de Henry Mancini. 

jueves, agosto 27, 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS (Michael Mann): 6


Michael Mann es incapaz  de hacer una película mala. Enemigos públicos va a ser lo más cerca que va a estar de conseguirlo.
Es incapaz de hacer una película mala porque es capaz de huir de los tópicos, porque rueda de forma excelente, porque sabe generar intriga, porque sabe montar y porque hace cine comercial en el que se implica personalmente. Todas estas virtudes aparecen en Enemigos públicos. Pero no aparece ninguna más.
Como casi siempre, todo nace del guión. Y ahí aparece la primera ausencia. Falta Eric Roth, el hombre que ha sido capaz de convertir cada escena en un conflicto ético en la magistral El dilema. Pues donde en ésta, o en Collateral, había profundidad en cada plano, aquí no hay más que acción. Donde en ésta, o en Collateral, había personajes y relaciones apasionantes entre ellos, aquí no hay más que meros vehículos para contar secuencias. Donde en ésta, o en Collateral, había foco en un momento concreto de sus vidas, aquí no hay más que dispersión. Donde en ésta, o en Collateral, se mostraba de forma inteligente los dos lados del conflicto, aquí se elige mal el conflicto: sobran polis y mafiosos y falta el verdadero juez, el pueblo.
Y todo esto acaba lastrando los 14o minutos de Enemigos públicos. No lastra tanto como para aburrir, porque este hombre es incapaz de aburrir. Pero no lo hace apasionante. Tampoco colabora una fotografía digital con errores notables. Ni una banda sonora que se mueve entre la banalidad y la reiteración. Ni un reparto de secundarios sin personajes que defender.
Todo colabora para que Enemigos públicos sea la peor película de Michael Mann. Sí, no es una película mala, pero sí lo más cerca que va a estar de serlo.

miércoles, agosto 26, 2009

CineForum: EL GRADUADO (Mike Nichols)


Hay dos películas en una dentro de El graduado. La primera es la comedia romántica, el himno generacional que nos acerca a Ben y le convierte en protagonista de nuestras vidas ansiadas de rebelión. La segunda es la obra fundacional de un estilo visual que todavía sigue impactando, la novedosa traslación al cine de los grandes estudios de las innovaciones realizadas en el pequeño cine francés.
Y ambas son fabulosas.
La primera es una obra de identificación. Es un grito que quiere cambiar el mundo. Es un aviso de que el mundo de los adultos está a punto de acabar. De que los jóvenes nunca más se van a dedicar a replicar el modelo de sus padres. 
Por eso esta primera película está llena de rabia, de emoción nada contenida. El giro tan radical que da Ben es el que va de ir parado en una escalera mecánica a cerrar con una cruz las puertas de la iglesia, es el que va de ir por los raíles a elegir su propio destino. Es el que va de dejar que le lleven en el transporte de los adultos (avión), pasando por ir en el coche regalado por sus padres, hasta gobernar su propio medio de transporte (el autobús escolar). Esta primera película va de eso, de rebelión.
Y para rebelarse, Mike Nichols necesitaba una forma que fuera coherente con el fondo. Si el guión de Buck Henry optaba por la rebelión en el fondo, pero no en la forma, Nichols lo toma y lo convierte en una nueva rebelión. Es la rebelión visual. Una rebelión que incorpora elementos tan novedosos como rodaje con cámara oculta en exteriores reales. Que incorpora largos planos-secuencia. Que incorpora cambios de foco. Que incorpora conversaciones realmente a oscuras. Que incorpora planos teatrales donde dejar que los personajes se muevan a sus anchas, (aparentemente) libres de marcas. Que incorpora planos subjetivos debajo del agua. Que incorpora una edición que mezcla escenas y situaciones. Que incorpora una banda sonora de canciones con letra, no instrumentales.
Y esa rebelión surtió efecto. Pocas películas han sido tan tomadas estilísticamente como El graduado. Todavía hoy sigue siendo patrón de referencia para contar visualmente una comedia romántica. Pero donde en El graduado había coherencia forma-fondo, en las otras sólo hay adecuación. Donde en  El graduado había verdad, en las otras sólo hay necesidad.
Por eso El graduado acaba uniendo a las dos películas. Y se convierten en una sola. Una sola, que nos identifica, nos eleva, nos rebela, y nos acaba haciéndonos llorar con Ben y querer subirnos a su autobús escolar, coger el volante de nuestras vidas. 
Ahora cada vez que tarareamos a Simon&Garfunkel sabemos que nuestro destino sólo está en que lo hayamos elegido nosotros.
OTRAS RECOMENDACIONES DEL AUTOR:
1. ¿Quién teme a Virginia Wolf?
2. Closer

jueves, agosto 20, 2009

QUID PRO QUO

Como sabéis, llevo años criticando, haciendo de tertuliano profesional que se cree en posesión de la verdad. Por fin va a llegar el momento de demostrar que no tenía razón, de que me destrocéis.
Acabo de terminar de rodar mi primer largo. Dentro de unos meses podréis recordar ese amor puro que una vez tuvísteis. Hasta entonces, aparte de vuestros recuerdos falseados, sólo os dejo una foto. Son Cecilia y Juan.

miércoles, agosto 05, 2009

PAGAFANTAS (Borja Cobeaga): 7


Resulta incomprensible que en el cine español no se hagan más películas como Pagafantas. Películas que hagan de la identidad patria virtud mediante identificación y humor cercano. 
Son pelis que aportan lo que no puede aportar Hollywood. Aportan lo que es de aquí: realidad y visión común de la vida. Son pelis que a poco bien que se hagan, garantizan el éxito comercial.
Dentro de esto, Pagafantas no es la comedia definitiva. Pero sí es una estupenda comedia, una obra que te hace sonreír y reír con continuidad. Una obra que alcanza varias veces la carcajada.
Lo logra mediante un guión coherente  apoyado en el uso documental de metáforas animales y en la inteligente repetición del Pagafantas en Óscar Ladoire. Lo logra mediante una dirección artística excelente, que convierte un pijama y un radiocassette en elementos memorables. Lo logra mediante un trabajo de dirección dedicado fundamentalmente a armonizar.
Cobeaga no siempre rueda con excelencia, pero al menos siempre tiene claro el objetivo: la identificación, el autoescarnio, la risa.

sábado, agosto 01, 2009

Guy Ritchie y las películas pompa de jabón


Anoche vi la última de Guy Ritchie. Anoche vi Rock'n Rolla.
Y no sabía si escribir sobre ella o sobre lo que me produce. No sabía si tratar de analizarla como película como fenómeno. He preferido centrarme en éste.
Cada vez tengo menos claro lo que me gusta y lo que no me gusta. Supongo que soy tan ecléctico que casi todo me gusta, supongo que tengo un listón tan fácil que casi todas lo pasan. El caso es que, dentro de este listón, hay películas que me entretienen, me hacen disfrutar, me hacen pasármelo pipa y hay películas que no consigo olvidar. El cine de Guy Ritchie a veces consigue ser de la primera categoría; jamás, de la segunda. 
Lograr lo primero tiene que ver con el talento narrativo, hacer interesante y adictiva la historia, tener algo que contar y hacerlo de forma atractiva, diferente. Tiene que ver con saber escribir y saber rodar y saber montar. Tiene que ver con saber generar experiencias.
Claro, que hay experiencias que se recuerdan y experiencias que se olvidan. El cine de Guy Ritchie, como el de Spielberg o como si se me apura el de Medem, pasa inmediatamente al último lugar de la memoria.
No tiene que ver con su innegable y apasionante lado lúdico, hay películas-juego que se recuerdan durante el resto de tu vida.  "Chinatown" o  "El silencio de un hombre" son las muestras más genuinas. Durante su narración, no hay filosofía, sólo hay historia. Historia y una tristeza que está permanentemente detrás de sus imágenes y que cuando acaba ésta, te deja desolado, cambiado. "La huella" es el mismo caso. Igual que los protagonistas, tú juegas hasta que cuando acaba, te das cuenta de que no era un juego, de que era la vida.
Por su aparente parecido con Guy Ritchie, Tarantino es el caso más radical. En la concepción ambos parecen iguales. Ambos parecen concebir el cine como un parque de atracciones, ambos buscan generar experiencias. Sólo que las de uno se olvidan y las del otro siguen siempre ahí. En el parque de atracciones de Ritchie hay loopings y  hay montaña rusa, en el de Tarantino hay eso pero también hay seres que se suben a ella. Los personajes de Ritchie pueden tener más o menos carisma, pero apenas tienen historia. Los de Tarantino han nacido para ser míticos, pero además tienen una historia triste detrás. Probablemente no hace falta contarla, no hace falta exagerarla, pero el espectador sutilmente percibe que la historia está ahí.
Por eso, cuando recorres los loopings de Tarantino, disfrutas con locura. Cuando recorres los de Ritchie, te lo pasas bastante bien. Pero cuando llegas al punto de salida que no es sino el punto de llegada, en la de Tarantino hay algo parecido a unas lágrimas que se asoman dentro de ti, en el de Ritchie no hay nada. Por eso, cuando paseas después por el parque con un algodón de azúcar o incluso varios años después, sigues recordando cada imagen de Quentin, no recuerdas nada de las de Guy. Por eso vemos varias veces las de Tarantino, por eso nadie revisa a Ritchie. Por eso Tarantino es uno de los 5 más grandes, por eso Ritchie sólo es el exmarido de Madonna.