No sé si considerar el cine forum de anoche como un fracaso. Quizás es la única forma en que puede llamarse a una convocatoria oficial para ver "Las uvas de la ira" en que el presentador se prepara "El hombre que mató a Liberty Valance" y acabamos teniendo que ver "Azul". Quizás es la única forma en que pueda llamarse a una sesión en que el proyector ganaba y perdía color como si estuviera en el casino. Quizás es la única forma en que puede llamarse a una sesión en que dos de los asistentes dicen haber caído bajo el influjo del sueño y otra, con inusitada corrección política, dice "que le han encantado las imágenes". Quizás sea la única forma de llamarlo, pero me niego a hacerlo.
La obra seminal de la trilogía gala de Kieslowski es una experiencia para los sentidos. Todos ellos se unen a través de la vista y el sonido para regalar belleza. Una belleza de una profundidad sin par. Una belleza que puede animar a la reflexión o sólo a la vivencia, pero una belleza que siempre está ahí.
El terrón de azúcar mojado por el café hasta caer sobre él, desparramando el líquido. La cuchara que regala la imagen convexa de Julie. La anciana que trata denodadamente de reciclar la botella de cristal. La madre que vive los deportes de riesgo a través de la televisión. El pentagrama que es leído generando coros. La lámpara de piedras preciosas. El café dejado sobre el colchón, junto a la cabeza del amante. El ojo que se vuelve espejo. El plano final de Julie, dejando que los matices se impongan en su vida.
Hay tantas imágenes de una belleza descomunal, tanta música nacida para epatar, que por más que el argumento y las intenciones sólo provoquen preguntas, la experiencia es inigualable.
Puede que la única forma de llamar al cineforum de ayer sea "fracaso". Puede ser, pero también puede ser que fuera una experiencia única.
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