Chinatown no es un barrio, es un estado de la mente. El estado de la mente al que vuelves sabiendo que no debes volver. El lugar de los errores, el lugar en el que te pierdes, al lugar al que tiendes.
Towne, Evans y Polanski construyen una película acerca de ese estado de la mente. Pero en ella no hay lugar para los discursos, no hay sitio para la filosofía, no hay momento para el mensaje.
Todo en ella es narración. Narración apasionada, apasionante. Historias de cine negro que se mezclan y se alimentan. Los conflictos de siempre explicados como nunca. Dramas brutales contados como si fueran banales.
El modélico guión de Robert Towne te lleva en una barca en la que, como Jack Nicholson en Chinatown, siempre estás perdido. Siempre vas 5 minutos por detrás de la trama. Siempre hay algo que se te escapa. Algo que no logras asir ni conectar y que crees que te va a dejar atrás. Y sin embargo, a los 5 minutos eso ya lo has conectado. Pero hay otro cabo suelto que tomar.
Así construye una trama, donde nada queda al azar. Donde todo tiene lógica y nada tiene explicación. Una trama en la que el espectador participa del juego sin saberse más reglas que las del cine clásico. Una trama que no sabes dónde va a llevarte. Hasta que como Jack Gittes llegas a Chinatown y te encuentras que estás perdido. Que has llegado al estado de la mente al que tiendes. Al estado de la mente del que no puedes salir.
Towne, Evans y Polanski construyen una película acerca de ese estado de la mente. Pero en ella no hay lugar para los discursos, no hay sitio para la filosofía, no hay momento para el mensaje.
Todo en ella es narración. Narración apasionada, apasionante. Historias de cine negro que se mezclan y se alimentan. Los conflictos de siempre explicados como nunca. Dramas brutales contados como si fueran banales.
El modélico guión de Robert Towne te lleva en una barca en la que, como Jack Nicholson en Chinatown, siempre estás perdido. Siempre vas 5 minutos por detrás de la trama. Siempre hay algo que se te escapa. Algo que no logras asir ni conectar y que crees que te va a dejar atrás. Y sin embargo, a los 5 minutos eso ya lo has conectado. Pero hay otro cabo suelto que tomar.
Así construye una trama, donde nada queda al azar. Donde todo tiene lógica y nada tiene explicación. Una trama en la que el espectador participa del juego sin saberse más reglas que las del cine clásico. Una trama que no sabes dónde va a llevarte. Hasta que como Jack Gittes llegas a Chinatown y te encuentras que estás perdido. Que has llegado al estado de la mente al que tiendes. Al estado de la mente del que no puedes salir.
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