Sorprende la escasa acogida de la última de los Coen. Aunque un Oscar los diferencie, para mí es mejor que "No es país para viejos".
La diferencia no sólo tiene que ver con el humor. La diferencia tiene que ver con el desenlace. Lo que en su anterior obra era un intento forzado de profundidad que rompía el magnífico tono de acción anterior, aquí es un final circular, desternillante, conclusivo, potente. Refleja bien todo lo anterior.
Los 85 minutos de "Quemar después de leer" son la comedia que los Coen nunca habían logrado hacer. Siempre que se habían puesto premeditadamente graciosos no lo habían logrado. Así, hay mucho más verdaderas risas en sus tragedias. Me descojono más en "Sangre fácil", en "Fargo" o en "El hombre que nunca estuvo allí" que en "O'Brother", "Arizona Baby" o incluso "El gran Lebowski".
No es el caso de esta comedia. Su inicio me atrapa. Sus personajes logran lo que lograban los secuestradores de Fargo. Su estulticia es manifiesta, pero con la suficiente sabiduría, ambición y arrogancia para que te los creas y al mismo tiempo te rías.
Eso lo consigue gracias a un perfecto diseño de personajes y a un sublime casting. Frances McDormand nunca debería abandonar su cine. Nadie como ella para hacernos reír. Pero no le van a la zaga Clooney, Pitt, Malkovich y Jenkins. Con todos te descojonas, a todos les sigues. Pero lo mejor es que aunque no pares de reírte, la trama es digna de sus mejores thrillers.
Es tan potente que sólo su ironía le aleja de la lágrima para encontrar la risa. Por primera y casi única vez han logrado superar sus propios objetivos. Los Coen no buscaban gran cosa y por eso quizá lo han conseguido.
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