Soy un paleto. Soy incapaz de ver un western.
Cada vez que enciendo la tele y veo un paisaje agreste y un par de pistolas, cambio de canal. Nunca he podido. No sé qué es lo que me separa de ese universo, pero eso es lo que me ocurre.
Pero desde que creo en un dios superior, lucho por cambiarlo. Mi adicción a Tarantino ha motivado que comience a revisar a Sergio Leone y con él, trate de familiarizarme con los terrenos que acabarán en John Ford.
Por eso ayer di decidí coger el tren que me llevara a ver Monument Valley. Y a bordo de él, me encontré con que ya de inicio, me clavaba a la butaca. Su prólogo es tan poderoso, sus imágenes tienen tanta fuerza, su atmósfera es tan envolvente que sólo puedes dejarte llevar.
En su tren hay paisajes agrestes y pares de pistolas. En su tren hay duelos sin duelo. En su tren hay todos los elementos del western de toda la vida, del western que me hace cambiar de canal. Pero aquí no cambio. Aquí me quedo. ¿Por qué?
No lo sé. Supongo que porque sus confictos me los creo. Porque su acción es apasionante. Porque sus actores tienen carisma. Porque deseo saber cuál es el destino trágico de esta tragedia.
Por todo ello, no cambio de canal. Por todo ello os aseguro que no cambiaréis de canal.
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