Estos días ha salido a la luz lo que todos sabíamos. El descomunal divorcio de la pareja puede ser una de las principales catástrofes del cine moderno.
Una vez más, la naturaleza humana puede por encima de la razón. Aunque ambos puedan saber que son mejores junto al otro, el prisma deformante de la vanidad puede con todo. A veces, hasta te devuelve tu propia imagen, ampliada y a punto de resquebrajarse. Es lo que puede suceder con González Iñárritu y Arriaga. El tiempo dirá si es lo que sucede.
Vaya por delante que soy gran admirador de ambos. Creo en Arriaga y creo en Iñárritu, pero creo más en ambos. Creo en Amores perros, creo en 21 gramos y creo en Babel. Creo bastante en Los tres entierros de Melquíades Estrada. Creo menos en el corto del 11-S.
Si tengo que mojarme, diré que intuyo que el ego de Arriaga es más pernicioso que el carácter de Iñárritu. Tuve la fortuna de conocer un rato a Iñárritu en Donosti, y me sorprendió. Me pareció un buen tipo. Pero también, si tengo que mojarme, diré que como guionista que es, Arriaga necesita menos a Iñárritu que al revés. Los descomunales conflictos, el sexo soterrado, la violencia animal del cazador mexicano puede ser perfecto alimento para la sangre de otros narradores visuales. Pero además, tiene una ventaja. Arriaga no necesita a nadie para completar su arte. Porque aunque nadie le complemente, sólo con sus libros ya puede pasar a la historia. El que haya tenido la fortuna de leer "El búfalo de la noche", sabe que Arriaga es capaz de articular él solito una de las más grandes obras en castellano, quizá la mejor del siglo XXI. Y ahí Iñárritu no existía. Por supuesto, que si Iñárritu se decidiera a pasarla a la pantalla, nadie como el león musical para transformar esa violencia bestial en conflictos soterrados que explotan retroalimentándose, nadie como él para hacer de México D.F. el plató de la globalización y el plato de la mendicidad. Nadie como ambos para sumarse cinematográficamente y restarse personalmente.
Siendo como es el cine un arte colectivo, el uno necesita del otro. Veremos cómo se complementan, veremos cómo se alimentan. Veremos si el divorcio no es sino una autodestrucción justo antes de pasar a la historia.
Una vez más, la naturaleza humana puede por encima de la razón. Aunque ambos puedan saber que son mejores junto al otro, el prisma deformante de la vanidad puede con todo. A veces, hasta te devuelve tu propia imagen, ampliada y a punto de resquebrajarse. Es lo que puede suceder con González Iñárritu y Arriaga. El tiempo dirá si es lo que sucede.
Vaya por delante que soy gran admirador de ambos. Creo en Arriaga y creo en Iñárritu, pero creo más en ambos. Creo en Amores perros, creo en 21 gramos y creo en Babel. Creo bastante en Los tres entierros de Melquíades Estrada. Creo menos en el corto del 11-S.
Si tengo que mojarme, diré que intuyo que el ego de Arriaga es más pernicioso que el carácter de Iñárritu. Tuve la fortuna de conocer un rato a Iñárritu en Donosti, y me sorprendió. Me pareció un buen tipo. Pero también, si tengo que mojarme, diré que como guionista que es, Arriaga necesita menos a Iñárritu que al revés. Los descomunales conflictos, el sexo soterrado, la violencia animal del cazador mexicano puede ser perfecto alimento para la sangre de otros narradores visuales. Pero además, tiene una ventaja. Arriaga no necesita a nadie para completar su arte. Porque aunque nadie le complemente, sólo con sus libros ya puede pasar a la historia. El que haya tenido la fortuna de leer "El búfalo de la noche", sabe que Arriaga es capaz de articular él solito una de las más grandes obras en castellano, quizá la mejor del siglo XXI. Y ahí Iñárritu no existía. Por supuesto, que si Iñárritu se decidiera a pasarla a la pantalla, nadie como el león musical para transformar esa violencia bestial en conflictos soterrados que explotan retroalimentándose, nadie como él para hacer de México D.F. el plató de la globalización y el plato de la mendicidad. Nadie como ambos para sumarse cinematográficamente y restarse personalmente.
Siendo como es el cine un arte colectivo, el uno necesita del otro. Veremos cómo se complementan, veremos cómo se alimentan. Veremos si el divorcio no es sino una autodestrucción justo antes de pasar a la historia.
González Iñarritu es muy bueno. Seguirá siendolo sin el otro.
ResponderEliminarAunque Arriaga sea un genio, seguro que Iñárritu se las arreglará perfectamente sin él. Es más, posiblemente haga películas igual de buenas que las hechas hasta ahora y sin ese toque obsesivo (caza, sexo, violencia) que aportaba el guionista...
ResponderEliminarLa ola, comienzas a ser de las personas más afines a este blog. Qué te mueve a ello?
ResponderEliminarAunque el resultado de esta ruptura se verá en su momento, sí creo que Iñárritu pierde más que Arriaga. Arriaga es más que un simple guionista o adaptador, es quizá uno de los escritores cinematográficos más mportantes de los últimos tiempos. No sé si sea un revolucionador del cine, pero sus historias gustan, atrapan y están dehando huella.
ResponderEliminarPor eso apuesto por Arriaga, un tipo que no rompió con Iñárritu por simple ego como muchos aprecian, sino por el éxito de un trabajo conjunto que Iñárritu no quiso compartir. Sin duda, ser director de cine debe tener su ciencia, pero nunca estará por debajo de la labor escrituraria. Estaremos al pendiente