martes, mayo 10, 2011

THE COMPANY MEN (John Wells): 7,5


Cuando uno entra a ver una peli como The Company Men, lo hace con todo el escepticismo posible. Es el miedo a que Hollywood, la máquina feroz de transmisión de valores del capitalismo, sea capaz de forrarse a costa de parecer revolucionario. Si a esa desconfianza, le añades la presencia del actor que más odio, Ben Affleck, te planteas por qué estás ahí.

Y durante un rato, todos esos miedos aparecen y se multiplican. Me llevan a que vea todo lo que sucede con distancia. Pero de repente hay un momento en el que te olvidas. Te olvidas de que es Hollywood quien lo cuenta. Te olvidas de que es Ben Affleck quien protagoniza.

Y te olvidas porque lo que ves huele a verdad. Porque la relación entre Affleck y su mujer es real. Porque el guión propone una cosa y la realidad la eleva. No creo que su dirección sea sustantiva, pero sus intérpretes sí consiguen que lo sea.

Y así entre una dirección invisible y unos actores estupendos, el guión te lleva a un lugar al que nunca creíste que te iba a llevar Hollywood. Te lleva a plantearte lo que haces. Te lleva a plantearte lo que no haces. Te lleva a querer a los personajes y a odiar el mundo en el que vives.

Te lleva a saber que es el momento de cambiar el mundo y que hay mucha gente que ya lo está haciendo.

Quizá no sea buen cine dar la respuesta, pero me encanta que lo haga, me encanta que se comprometa a hacer y no sólo a hablar .


lunes, mayo 09, 2011

CARLOS (Olivier Assayas): 7


Ante una peli como Carlos, lo primero que uno siente es agradecimiento. Agradecimiento por todo el tiempo que ha pasado sin películas como ésta. Películas de espías, de complots internacionales, de alta política y bajas motivaciones, de cien localizaciones, de crímenes perfectos, de malos que son buenos, de buenos que son malos.

Ese agradecimiento se materializa en unas primeras 2 horas simplemente magistrales. Durante esos 120 minutos que reflejan el nacimiento y generación de un mito, el goce como espectador llega a extremos de orgasmo. El punto culminante es la secuencia del secuestro en la OPEP. Ese momento debería valer una vida. Quizá una película no pueda alejar tanto tan gran momento de su final. Quizá una vida no debiera alejar tanto tan gran momento de su muerte.

Y es lo que le pasa a “Carlos”, es lo que le pasa al personaje. Es tan grande su leyenda, su estrellato de rock que jode ver cómo inicia su proceso de degradación. Si hubiera muerto en el avión de la OPEP, quedaría como una leyenda de la masculinidad. Al seguir viviendo y acabar con problemas de próstata y exceso de grasa, acaba como una parodia del macho.

A la película no le llega a pasar eso, pero sí se resiente de la pérdida de actividad. La acción se torna espera; la espera, rutina; el pasado, futuro. Y los cortes de montaje se cargan más esta parte que la central, restan más en el prólogo y en el desenlace que en el nudo.

“Carlos” anhela morir al final de una escalera. Cree que es su sino como creía en la Revolución, con más ansia de mito que de realidad, con más ganas de ser el Che por la foto que por sus conquistas. Probablemente, Carlos no sería legal, pero marca una época: el camino que va de mayo del 68 a una liposucción.

domingo, mayo 01, 2011

ABAJO EL TELÓN (Tim Robbins): 9

¿Por qué lleva Tim Robbins más de diez años sin dirigir? ¿A qué se dedica este enorme genio?
He tenido que volver a ver Abajo el telón para recordarlo. Y es queTim Robbins es uno de los cineastas actuales que más emociones me provoca. Su inteligentísima “Ciudadano Bob Roberts” me hizo reír ácidamente y derramar lágrimas. Su absolutamente excelsa “Pena de muerte” paralizó literalmente todos los miembros de mi cuerpo, salvo el cerebro y los ojos. Su última obra, “Abajo el telón”, va mucho más lejos. Te hace vibrar, llorar, bailar, levantarte, aplaudir.

Es una obra creada para ser cinética. Pretende mover piernas, manos, conciencias. Lo consigue desde un sentimiento desaforado, desde un acto de lujuria ante el hecho de hacer cine que provoca que revuelva la sala y el escenario, espectadores y actores.

Durante las dos primeras horas de su metraje, Robbins muestra su capacidad para realizar con inigualable habilidad escenas corales, para dibujar con pinceladas múltiples personajes en el abismo de sí mismos, para hacerte navegar hacia su revolucionario terreno. Si es cierto que su sentido de la dirección es algo casi inaudito, no es hasta la última media hora final cuando se vuelve (con la impagable ayuda de la música de su hermano David) magistral, cuando toca el cielo y nuestros corazones. Y con el último plano, arrebata para siempre ese cielo y esos corazones.