Memento: Detenerse a discurrir con particular atención y estudio lo que le importa. ¿Qué estudiar? ¿Qué nos importa? ¿Qué recordamos de lo estudiado? ¿Qué recordamos de lo que nos importaba?
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?
El maestro inglés Christopher Nolan se mete en compañía de su hermano Michael en la mente de un hombre que se plantea todas las preguntas de la filosofía. Y lo hace a ritmo de thriller endiablado. A ritmo del que trata de saber por qué está aquí con la desesperación de no saber adónde va. Al ritmo del hombre moderno. Al ritmo del hombre de siempre.
Y en un golpe de efecto que es todo menos efectismo, ese ritmo es un un ritmo inverso, anticronológico, una lucha por volver a los orígenes, por encontrarnos en nuestra esencia. Por obviar lo que no es cierto. Por obviar lo que no es instinto. Por alejar el aprendizaje y quedarnos con lo que realmente somos y seremos.
De todo eso va ese momumento que es Memento. De cómo tratar de volver a construirnos sabiendo que en el camino, asumiremos mil certezas que impedirán el objetivo. De todas las mentiras que nos generamos para afrontar la vida con certeza. De todas las asunciones que realizamos para volver a creer que somos un ente completo, algo en lo que poder (auto)confiar.
Y si este argumento, en manos de un filósofo hubiera sido carne de pedantería, y en manos de un "autor" en carne de aburrimiento, Nolan logra que Memento no sea más que cine negro, intriga acelerada que te ata a la butaca y te sobresalta el corazón, que te sobrecoge el alma y te aturde el cerebro, que te deja sin respuestas y te plantea más preguntas de las que te ves capaz de asumir.
Pero sin embargo, al terminar, al no ser capaz de unir los hilos, el espectador se da cuenta de que no hay por qué unir los hilos. Que la certeza está en la ausencia de certezas, que la inteligencia está en hacerse preguntas con la seguridad del que no encontrará la mejor respuesta.
OTRAS RECOMENDACIONES DEL AUTOR:
1. Insomnia
2. The prestige